20

84 28 126
                                    

Como una suave caricia a sus mejillas el viento de aquella tarde otoñal rosó el rostro de Yoonji, que desde que había salido de aquella cafetería había perdido la noción del tiempo, solo era consciente de que era bastante tarde pues la noche comenzaba a caer e inundar el parque donde había permanecido sentada desde hacía horas, sobre sus muslos aquella caja rectangular sin cubierta, había estado dudando toda la tarde si debía vestirse de ese modo o si debía cambiar sus planes y cambiar su aspecto para demostrar que una mujer como ella no era un objeto extraño por el cual un estúpido coleccionista debía apostar. 

Tras un suspiro cerró la caja de su vestido y emprendió su caminata, aunque deseaba cambiar su aspecto no sabía de qué manera iniciar, qué vestido o qué zapatillas lucir, no podía llegar a una conclusión pues aún en su cabeza se encontraba aquel sentimiento de decepción tras entender lo que hacía semanas estaba sucediendo, no podía entender por qué les había parecido fascinante creer que sería divertido conquistarla solo por el hecho de considerarla poco femeninamente atractiva, había sido por semanas el juguete y bufón de un clan de idiotas sin materia gris y ella sin querer lo había permitido, pues Park sin saberlo había ganado esa estúpida apuesta, estaba irrevocablemente enamorada de Jimin.

En su caminar llamó su atención una joven mujer que limpiaba el escaparate de una tienda ostentosa, aquella mujer había terminado de vestir el maniquí protagonista del aparador. Aquel vestido era precioso, se sentía totalmente atraída por esa prenda tan elegante, la mujer tras el vidrio le sonrío mientras terminaba de dejar un par de tacones rojos bajo aquel vestido negro.

Una fina capa de sudor cubrió las palmas de aquellas manos pálidas, por un instante creyó que la enorme caja rectangular iba a resbalarse de su agarre tembloroso, su cuerpo reflejaba ese nerviosismo ante la oportunidad que toda la tarde se cuestionó, la respuesta estaba ahí iluminada por luces amarillas, detrás de ese cristal. Miró la caja y sin pensarlo caminó directamente hasta un contenedor de basura que descansaba al final de la cuadra, dejó entonces aquella caja incomoda y corrió directo a la tienda.

En sus manos ahora se encontraban dos cajas, la del vestido y la pequeña caja que llevaba aquellas zapatillas de tacón rojas, al salir de la tienda cerró los ojos y llenó sus pulmones de aquella brisa fresca, una pequeña sonrisa se posó en sus labios y entonces fue a casa.

Un gran suspiro abandonó sus labios cuando se dejó caer sobre su cama, su corazón no dejaba de latir con esa velocidad preocupante, Yoonji podía decir que se sentía invadida por el tan emocionante pavor que le provocaba el tener que cambiar su aspecto, cerró los ojos por un instante permitiendo deleitarse con la voz melódica de la reina del jazz, "Love and Kises" de Ella Fitzgerald inundó su habitación, un pequeño balanceo de sus pies la encaminó a imaginar una secuencia perfecta de lo que podría suceder la noche del día siguiente, y así entre sueños conscientes e inconscientes se le escapó la noche.

Esa mañana Yoonji despertó empoderada, estiró cada una de sus extremidades y sonrió victoriosa yendo de inmediato a la ducha, aquella sensación de satisfacción duró hasta que se dio cuenta que su venganza perfecta donde una bofetada con clase directo a Park Jimin había sido solo un sueño, ahora debía enfrentarse a su realidad y hacer realidad su sueño. Esa mañana dejó pasar la hora del desayuno y la hora del almuerzo, tomó prestadas las revistas que su madre solía tener en su armario, aquellas que mostraban recetas de cocina, productos de moda, recomendaciones de espectáculos y sobre todo moda, fue entonces cuando aceptó que había llegado la hora de usar aquel maquillaje que su madre le había obsequiado la navidad antepasada. Yoonji se sorprendió por la complejidad de la moda, desde cómo usar accesorios hasta consejos para resaltar la belleza femenina del rostro, tenía en sus manos un manual completo para identificar el peinado correcto para esa noche.

1950: Promesa CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora