XXI - Enviado de Dios

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XXI

Fue en agosto, conocí a Jimin en un caluroso agosto, ese domingo vino a la parroquia y no pasó desapercibido por nadie, pese que él no lo notó. Aún no puedo olvidar sus sonrojadas mejillas y brillantes ojos iluminando por donde pasara. Él y su familia llegaron temprano ese día, aún no empezaba la ceremonia y llegaron apurados porque el rojo en el rostro de Jimin los delató.

Iba vestido formal... con zapato de vestir, bien fajado y con su cabello peinado hacia atrás. Se miraba sumamente atractivo.

Incluso Mina me dijo que fallé algunas notas durante la misa, gracias a Dios ella no se enteró de que mis errores fueron porque estaba embobado viendo a Jimin. Oh, Dios. Jimin no solamente se miraba hermoso, también tenía una voz celestial y un comportamiento ecuánime.

Jamás había visto a un chico como él y jamás me había afectado ver a uno.

Juraría que era un enviado de Dios.

Un enviado de Dios que reafirmaría mis sospechas.

Nunca me visualicé en el espectro homosexual. Yo soy alguien normal que se siente atraído por las mujeres, pero cuando vi a Park Jimin no supe cómo reaccionar. Creó tantas dudas en mí que me sentí abochornado, inquieto y asustado.

Tenía tanto miedo.

Tanto miedo de sentir atracción por él. Por un hombre.

Las primeras semanas me dediqué a observarlo, a verlo mientras él estaba distraído o simplemente sentado en la banca en silencio. Era muy solitario, bastante. Nadie le hablaba y él no le hablaba a nadie. Después escuché a algunas chicas del coro charlando sobre él.

Dijeron que era muy amable y un buen samaritano en toda regla.

Y cuando un día nos cruzamos en la mesa del banquete, Jimin se presentó cordialmente conmigo, dijo que era nuevo y elogió mis habilidades con el piano. Noté su rostro más relajado que cuando está con su familia, también noté cierto nerviosismo al sostener su té.

En ese momento, mi padre se acercó, no lo vi venir, sostuvo de los hombros a Jimin y lo saludó efusivo.

Y lo noté.

Percibí un interés en mi padre por Jimin, para cualquiera no hubiera significado nada, pero yo conocía a mi padre mejor que nadie.

Mi padre habló con el carisma que lo caracteriza, le preguntó a Jimin sobre su estancia en la congregación y éste respondió cálido y sin maldad.

Yo sentí mi saliva espesa, me aferré a mi vaso de té y observé el lenguaje corporal del Pastor Min Seonwoo.

Y sé que él notó.

Notó que Jimin es puro. Sublime. E incluso irreal.

Se despidió alegando que tenía otros asuntos que arreglar. Yo sé que mintió, sé que él notó mi repaso escrutador.

«Un gusto, hermano Min, espero podamos charlar otro día», se despidió Jimin haciendo una venia, pero mis palabras lo detuvieron.

«Yo no quiero hablar contigo. Me desagrada la gente como tú», comprobé que Jimin era buen samaritano cuando su vista se tornó más expresiva que antes. «Lo mejor para ti es que te mantengas fuera de mi camino». Y ese camino incluía a mi padre, pero no lo dije.

Por eso desde ese día me acerqué lo menos posible a él.

Por eso lo evitaba cada que podía.

Por eso lo traté como una mierda.

Y sé que estuve mal.

Pero sé que todo era por su bienestar.

Park Jimin fue el primer chico por el cual me sentí atraído. En un principio fue simple admiración por su rostro etéreo, después fue admiración por sus acciones afables. Ese chico tenía una mirada cordial para todos, incluso para mí, el primero que lo trató mal.

Para mí, Park Jimin es como danzar con el Diablo. Jimin creó en mí muchas dudas que se sintieron como una gran combustión carcomiendo mi alma y llevándome directo al infierno. Jimin era jugar con fuego, un fuego atrayente como la manzana del Edén y tan colosal como el gran Diluvio.

¿Así se sentía estar en la punta de la Torre de Babel? Ese vértigo que ocasiona Jimin en mí es como la falta de oxígeno que causan las grandes alturas. Esa confusión matutina que causa Jimin todas las semanas es igual a la de no poder comunicarse por hablar una distinta lengua.

Jimin es tentador, mucho para mis desvergonzados sentimientos.

Fue el primero que despertó un deseo afectivo y carnal en mí.

Y era un chico.

Un hombre.

Yo ya había tenido interacción con otros hombres. Más de uno. Pero jamás los busqué, ellos venían a mí y yo correspondía...

Y ahora, por primera vez yo estoy yendo directo al pecado.

Esta vez no quiero sexo vacío o besos fogosos indeseados. No quiero palabras vulgares durante el coito, no quiero sentir las respiraciones pesadas de mis acompañantes, ni faenas que me dejaran aturdido por días.

Ahora quiero conversar calmo bajo el frío del invierno, quiero caricias comprensivas sobre mi cuerpo maltrecho, quiero acciones honestas de parte de mi otra mitad.

Quiero a Park Jimin.

Hace años deseé a Park Jimin.

Y ahora también lo hago.

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Cordero de Dios «YoonMin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora