XXVII - Temporada de ostracismo

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XXVII

Ese día no probé bocado. Después de la visita del Pastor Min me negué a hablar con Yoongi. Estaba molesto, no con él, pero estaba molesto porque escuchó todo lo que su padre dijo, haciéndome sentir más humillado. Yoongi quiso dialogar conmigo, se sentó en mi cama y cuando iba a empezar a hablar, yo simplemente lo callé.

Estaba molesto con todos. Con mis padres, con Seojoon, con el pastor Min y con Yoongi. Pero, sobre todo, conmigo. Odio mi debilidad, odio mi personalidad, odio ser un pecador.

Odio que me pasara eso.

Odio que Yoongi se tuviera que enterar.

Odio el prejuicio. Y odio sentirme sucio.

Me odio.

Vergüenza. Eso también siento. Vergüenza de mi mente y de mi cuerpo.

Cuando se estaba quitando la suciedad que siento, ese fango que cubre mi ser y que es invisible, el Min Seonwoo llega y hace que todos lo noten.

Por eso, cuando tuve que llevar todas mis pertenencias a una hoguera que se hizo especialmente para expiar mis pecados, me sentí mínimamente liberado. Ahora no tenía nada, sólo unos cuantos calzoncillos, calcetas y un par de conjuntos tipo chándal que me dieron aquí. Ahora no tenía prácticamente nada material, pero aún sentía un peso grande en la espalda.

Aún lo siento.

Así como aún siento el dolor en la última mirada que Yoongi me obsequió. ¿Qué pasará por su cabeza? ¿Comprenderá mi dolor o será empático con su padre? ¿Ahora él cree que soy un pecador? ¿Ahora él piensa que soy un marica libidinoso?

Sin muchas palabras, el pastor Min se dirigió a mí después de la hoguera y me llevó al establo que había en una orilla del retiro. Me dijo que necesitaba una temporada de ostracismo para apreciar los brazos de Dios y no volver a caer en la tentación.

Por eso, ahora estoy en ese establo maloliente, con verjas roídas por los años y fango presente debido a la constante lluvia que empezó hoy y que apagó la hoguera justo cuando estaba pensando en arrojarme a ella para calcinarme.

Sólo hay penumbra, pero a juzgar por mi tacto y la luz que entra cada ciertos segundos debido a los rayos: hay un trío de corderos blancos que duermen plácidamente pese al mal clima, una vaca café de tamaño mediano y flaca por los pésimos cuidados. Tampoco se puede obviar la presencia de varias gallinas justo al lado de la entrada.

Son pocos animales, pero juntos no me hacen sentir tan solo, camino a tientas, sin ver y con un frío que me congela los huesos, me acerco a un pequeño rayo de luz que se mete por una verja desgastada.

Mis manos tocan superficies plásticas de un tamaño mediano y con relieves en los bordes. Sigo delineando con mis dedos lo que parecen ser contenedores, encuentro la abertura de uno, quito la rosca y el olor a gasolina me invade, predominando en mis pulmones durante varios segundos.

Al parecer también usan este establo como un almacén de gasolina.

Hay varios bidones de gasolina, investigo y la mayoría están casi llenos, seguramente los usan para el par de autos que he visto por las orillas.

También hay cajas de herramientas y material de construcción, pero no me detengo a indagar más.

Hay heno en una esquina, dándome a entender que quizá también hay o hubo caballo en este lugar. No recordaba el pavor que me causaba la oscuridad hasta que estoy aquí.

Bostezo y me recuesto obre el heno, tomándolo como mi cama. Pero no puedo dormir, tengo frío, me irrita la actitud victimista de Kang Seojoon y sobre todo, extraño a Yoongi. No dejo de pensar en él desde que miré su rostro acongojado por las palabras de su padre.

O quizá por mis acciones, no lo sé.

Me abrazo y me preparo para esta noche. Cierro los ojos y ahí está.

El rostro depravado de Kang Seojoon disfrutando mientas le hago una felación. Él no parecía estar en el infierno cuando me obligó a hacérselo. Él estaba en el paraíso, gozando mientras me decía guarrerías.

El heno me pica los brazos desnudos.

Sin mucho esfuerzo, caigo rendido y duermo. Tal vez el cansancio mental del día de hoy me dejó agotado.

Eso pienso cuando soy despertado por el cantar de un gallo. Olvidaba que se necesitaba de uno para preñar a todas las hembras. Ahora entiendo por qué sólo comemos avena, huevos y algún que otro vegetal.

Pero ese día nadie entra al establo. Mi estómago ruge y mi boca apesta, estoy sucio por dormir en el suelo y tengo ganas de llorar.

Y por lo menos sé que lo último sí lo puedo hacer.

Pero no lo hago.

Sólo me tiro en el heno y espero que las horas pasen. No sé qué aprenderé con el aislamiento, ni cuánto duraré en esta situación, pero me doy cuenta que será más tedioso de lo que pensaba.

Vuelvo a dormir. No es tanto tiempo, las nubes grises me dicen que fueron un par de horas.

Nunca he sido fan de simplemente rezarle durante horas a Dios. Pero lo hago, me arrodillo entre el heno, junto mis manos y cierro mis ojos. En este momento no recuerdo ninguna oración, sólo le rezo con mis sentimientos, ni siquiera con palabras puntuales.

Intento transmitirle mi sentir a Dios. Intento liberarme de esto que no sabía que traía atado a mí sino hasta hace unas semanas. Espero que me comprenda. Espero que crea en mí y en mis vivencias.

Él es omnisciente, él debió de haber visto todo, ¿no?

Y mis palabras empiezan.

Converso con Dios. Le suplico que me perdone, que yo no provoqué nada, que tengo miedo y que quiero curarme pronto.

Le digo que conocí a Yoongi, y que he empezado a apreciarlo más y más conforme pasan los días, que tengo miedo y que me perdone por el mis sentimientos confusos hacia él, el hijo del pastor.

Converso con Dios. Le expreso que extraño a mi familia, que hago todo por ellos, que quiero que vuelvan a amarme y que los haré sentirse orgullosos por haber criado a un buen siervo.

Le confieso que he comenzado a odiarme, que no me gusta mi cuerpo marchito y que quiero limpiarme, que quiero borrar todo lo que pasó y que quiero renacer limpio y sin ser esto que soy y que no conforma a nadie.

Converso con Dios.

Pero él no conversa conmigo.

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Cordero de Dios «YoonMin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora