XII - Mortal corrompido

25 3 0
                                    

XII

Estoy asustado, hoy en el primer día de rezos y no logro acostumbrarme. Mi interior se remueve nerviosamente. Estamos todos en la capilla, noto como se respira el miedo, Jungkook tiembla, estamos sentados en las bancas y agachados, negándonos a ver lo que está pasando.

—¡Oh, Dios, Salvador de pecadores, lleva por el camino de la luz a este pobre mortal corrompido! —la voz de Kang Seojoon, un coordinador delgado, adulto joven y con rostro moreno alargado, se hace sonar en todo el lugar causando temblores en la mayoría.

En medio de la capilla está Jesucristo crucificado y Min Yoongi arrodillado ante él. Seojoon tiene una mano sobre los cabellos negruzcos de Yoongi y la otra en la biblia. Jamás pensé ver a Yoongi en esa posición. Humillado ante las palabras de alguien ajeno.

—Señor, ayuda a este hijo corrupto por la sodomía, ayúdalo a regresar a la normalidad y a alejarse de la mariconería.

Se escucha un amen sonoro por los demás jóvenes y mi respiración se detiene unos segundos. Ni siquiera el hijo del Pastor es alguien aquí.

Simplemente es un pecador más.

—Señor, acepta a este Cordero en tus brazos de nuevo. Cobíjalo entre las carnes de una mujer y aléjalo de los placeres fálicos.

Joder.

—¡Amén! —grita y Yoongi suelta un débil y bajo "amén" en respuesta.

Gotas de agua bendita caen sobre el cuerpo de Yoongi.

—Hyung, quiero irme —me susurra Jungkook con lágrimas en los ojos.

—Regresa a tu lugar, Cordero Min. Reza el Padre Nuestro hasta que te quedes sin aliento.

Yoongi obedece calmado y se sienta de nuevo en su lugar, la primera banca.

—¿Quién es el siguiente voluntario? —habla Seojoon.

Pero mis ojos no se despegan de la espalda encorvada de Min Yoongi, mi compañero de cabaña que acaba de ser humillado frente a todos. Varios compañeros pasan al frente y la mayoría se quiebran durante el discurso de Kim Seojoon. Jungkook llora y tiembla cuando es su turno, y yo también comienzo a hacerlo porque sé que sigo yo.

—Park, eres el último, ven, acércate —ordena y mis manos sudan, las limpio en la mezclilla de mis pantalones y trago saliva obedeciendo.

Me arrodillo ante Cristo y observo el suelo gris y sucio. Jamás pensé que la Fe se viera así, que Dios humillara y vejara a los desviados del camino.

—¡Dios, libra del pecado a este cordero! —coloca su mano sobre mi cabeza y me siento hundido, como si mis acciones fueran guiadas por un incompetente con una biblia.

Derramo lágrimas y un frio cubre mi cuerpo lánguido. El miedo me abruma y alzo la cabeza para ver en Jesucristo el camino de hacia el bien.

—¡Baja la cabeza, marica! —empuja mi cráneo contra el suelo—. ¿Crees que alguien como tú merece ver a Cristo?

Niego sin saber exactamente por qué.

—Recita lo mismo que tus compañeros —su voz ordena como la fusta de Dios.

Trago saliva y junto mis manos como plegaria, ni siquiera puedo definir mis emociones ahora mismo, mucho menos hablar. ¿Realmente quiero esto? ¿Realmente necesito esto? ¿Dios habla a través de su séquito de esta forma?

Oh, que ya termine.

—¿Te niegas a exponer tus pecados ante la congregación, Park Jimin? —su voz es densa, jala mi cabello, hiperextiende mi cuello y me hace que lo vea fijamente.

Su boca se mueve, pero no logro descifrar qué dice, mi oído falla y me impide escuchar más allá de un pitido constante e irritante.

—Habla, marica, expía tus pecados o la congregación entera verá cómo eres un sucio afeminado —me avienta y mi cabeza impacta contra el duro concreto, escucho la mitad de sus palabras.

—Dios debe casti... gar... me porque no merezco su mise... ricor... dia —tartamudeo—. Soy... —trago saliva—. Soy Park Jimin y soy un marica desviado... —las lágrimas se atiborran en mi garganta y toso.

—Oh, gran Salvador, acude por esta alma infecta y sálvala de las garras de la sodomía. Ayuda a este pecador a reencontrarse y si no logra hacerlo, haz como con Sodoma y Gomorra, castigándolo con el fuego eterno —habla claro para toda la capilla y me siento débil, como un trapo sucio sin utilidad.

Y tal como si fuera la aparición de Dios, la puerta doble de madera de abre e ilumina toda la estancia.

—El siguiente que se rehúse a reencontrarse con Dios —la voz del Pastor Min se hace presente de forma omnisciente—, será sancionado. Hay reglas que tienen que saber, pensé que serían un buen grupo como el anterior, pero veo que no. Mañana nos reuniremos para dejar varios puntos claros.

—Park, regresa a tu lugar y ora pidiéndole a Dios por tu salvación de las llamas perpetuas.

Me levanto con dificultad, tengo náuseas, mi vista borrosa se enfoca en mis pies, procurando no caer. Tomo asiento junto a Jungkook y mi mente se disocia escuchando sus suaves lágrimas y lentos gemidos lastimeros.

Oh, mierda, ¿qué clase de infierno es este?

🐏

Cordero de Dios «YoonMin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora