VII - Escapar de Dios

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DÍA UNO DEL RETIRO

Son casi cuatro horas de camino, el entorno ya cambió, la carretera es de tierra y un bosque lleno de pinos se acerca, puedo ver las montañas a lo lejos y la nieve se ha quedado en el pueblo, ahora sólo hay nubes grises soltando lluvia tan suave que simula una brisa.

La temperatura ha descendido y mis ojos decaen más.

Conforme más pasa el tiempo, menos quiero estar aquí.

Y para empeorarlo todo, miré de reojo a Yoongi examinarme como si fuera un espécimen extraño, si vuelve a verme tan despectivo le arrojaré mi biblia de mil quinientas hojas en la cabeza. Hoy viene con cara de pocos amigos, al parecer el regaño de su padre fue efectivo.

Y en media hora más llegamos, el bus se estaciona en medio de lo que parece ser un campamento, me sorprende la cantidad excesiva de seguridad que hay. A simple vista el campamento está rodeado de casi de unas veinte cabañas típicas de madera y alrededor de cinco construcciones en obra gris. La seguridad es brindada por un muro de concreto que encierra todo el campamento, dicho muro tiene un alambre de púas que hace imposible nuestra escapatoria.

¿Pero quién querría escapar de Dios?

Primero baja el pastor Min y después los padres de familia organizadores del campamento. Me sorprende que Yoongi no los acompañe.

Jungkook baja del bus emocionado y yo le sigo con mi rostro neutro. Ya cuando todos estamos abajo cargando nuestras maletas, el pastor Min se dispone a hablar.

—Hijos míos, mis amados Corderos en busca de un buen camino —expande los brazos y hay algo en esa pose que lo hace ver mesiánico—, hemos llegado, formen una fila y se les guiará a sus cabañas correspondientes.

Estoy nervioso. Intento tranquilizarme, pero mi corazón late acelerado.

—Park, ven conmigo —me sorprende la voz animada de Min Yoongi el siempre amargo. Me señalo a mí mismo y se ríe—, sí, tú.

El siempre amable Min Yoongi, el hijo ejemplar, el líder del grupo de jóvenes que se reúnen los jueves, el pianista semiprofesional que se luce acompañando el coro de la iglesia y las misas, el próximo pastor. Min Yoongi está hablando conmigo, está siendo amable y carismático conmigo como lo es con los demás.

Oh, Dios.

Lo acompaño hasta una de las cabañas, miro mi alrededor, los demás también están yendo a las suyas. Min Yoongi abre la puerta de madera y ambos ingresamos, la decepción es evidente, por dentro las cabañas son miserables; hay dos camas conformadas por una armazón de varillas metálicas endebles y un par de colchones delgados que a simple vista deben ser incómodos.

Hay un buró con múltiples cajones y un closet, ambos de madera. Doy pasos dejando un rechinido notorio por el suelo, las paredes están mohosas y sólo hay un pequeño foco que cuelga del techo y que ya ha titilado dos veces desde hace veinte segundos.

La humedad inunda mis fosas nasales y me siendo cohibido. Extraño mi hogar, pese a todos los malos días que he tenido, preferiría estar ahí. Cada quien elige su infierno.

—No luces muy feliz, Park Jimin —comenta mientras escoge la cama que está cercana a la ventana, deja su maleta ahí y comienza a sacar un juego de sábanas limpias.

—No pensé que fuera tan...

—Miserable —completa y me tira una sábana para que la coloque sobre mi colchón, intento no sorprenderme, pero estos actos amables son extraños hacia mí.

—No pensé que fuera así, no parece que esto amerite la gran cantidad de dinero que mis padres pagaron —me concentro en la madera mohosa y muerdo el interior de mi boca.

—Esperemos que esta vez sí haya agua, la vez pasada nos cortaron el agua como reprimenda.

La risa irónica de Min Yoongi es indescifrable.

—¿Qué hicieron que los dejaron sin agua? —termino de tender mi cama y giro con Yoongi, notando que éste terminó hace mucho de tender la suya y tiene varios segundos observándome fríamente.

—No deberías estar aquí —cambia de tema y me asombra.

—¿Qué? —expreso sin entender, me intimido por la mirada gélida del hijo del Pastor.

—No deberías estar aquí, hermano Park —repite más lento, haciéndome sentir un idiota.

—Te escuché, pero no te entendí, ¿por qué me dices eso? —y hay algo en la voz y expresión de Yoongi que me hace creerle, que me hace querer tomar mis cosas y huir.

—Pensé que tus padres entenderían la indirecta, pero son tan idiotas como tú.

Inmediatamente me siento ofendido, me confirma el evidente desagrado que siente hacia mí y mi familia.

—No te metas con mi familia —atino a decir no muy convencido. Aprecio a mi familia, pero sus últimas actitudes me han lastimado.

—¿O qué? —sus brazos de ponen en jarra y lo hacen ver altivo—. ¿Qué podría hacerme un maricón como tú?

Boqueo y el frío oxígeno me quema los pulmones, quiero golpearlo. Necesito herir al hijo Min tanto como lo estoy yo.

—Lárgate de aquí —decreta y me hace sentir como si fuera la peste—. Inventa algo, di que necesitas ayuda médica, finge un ataque de asma y desmáyate. Lo que sea, pero no quiero verte . Si sigues aquí para mañana dudo que sigas creyendo en Dios.

Tengo tantas preguntas, las suficientes como para que mi cabeza explote, pero el sonido de la puerta abriéndose me asusta, haciéndome saltar en mi lugar y girar hacia el Pastor Min, el cual ve directo a su hijo y después a mí.

—La cena se servirá temprano hoy, iniciaremos ayuno a las seis —puntualiza con un tono de voz amable que me deja un sabor amargo—. Hermano Park, ve al comedor, necesito hablar con mi hijo un momento.

Y hay algo dentro de los ojos de Seonwoo que me dicen que es mentira, que no debo dejar solo a Yoongi y que hay algo más allá de mi comprensión. Hay algo que me dice que Min Seonwoo no es quien dice ser.

También hay algo que me dice que Min Yoongi necesita mi ayuda.

Sin embargo no se la doy.

Que se joda.

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Cordero de Dios «YoonMin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora