CAPITULO 13

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Zacptaphais se llevó una mano al rostro e hizo presión en el centro de la frente al tiempo que las dos juezas se alejaban de sus oídos

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Zacptaphais se llevó una mano al rostro e hizo presión en el centro de la frente al tiempo que las dos juezas se alejaban de sus oídos. Ya le habían aconsejado lo suficiente para este momento. —No habiendo objeción por parte del ente fiscal y siendo como es un derecho a la defensa que tiene la encausada, se permitirá escuchar al defensor. Enuncie cuales son sus medios de prueba y se verá si serán o no aceptados los mismos.

El romano extrajo de entre sus propios pergaminos dos manuscritos que se veían tan deteriorados como los que narraban su historia como diosa denigrada. —Gracias, su señoría. Permítame que le de un resumen de lo acaecido en este proceso, pero es necesario para el esclarecimiento del mismo: El ente fiscal formalizó la acusación al presentar el hecho de la vida corrompida de la mortal, vida a la que fue sometida a encarnar por ser sentenciada en un proceso anterior. La defensa ha aceptado ambos cargos, pero presenta justificación al poner sobre la mesa como medio de prueba los documentos que acreditan que la misma fue en el pasado una diosa del derecho, una diosa mala, y que sus acciones iban a tender en todo caso al mal. Esa es la justificación que proponíamos y, como usted lo dijo, señor juez Zacptaphais, lejos de contribuir a la defensa, nos perjudica porque estamos aceptando la comisión del delito. Dejando de lado por un momento el hecho de la vida humana en la que mi representada se encarnó, quiero pronunciarme en cuanto a la condena anterior, la que sin duda afectará la presente sentencia: El hecho mismo de que se le condenara a encarnar. Y es que la misma tiene a su vez justificación. 

—¿Justificación? —repitió en voz baja la jueza Thakar Arami, y ciertas miradas se intercambiaron por toda la sala. La mujer, de haber podido decir algo en voz alta, habría repetido como un eco la misma palabra ¿a qué jugaba su defensor?

—En el tiempo que este tribunal se ha tomado para deliberar la sentencia a imponer, —continuó el romano— esta defensa ha tenido tiempo para prepararse en cuanto a estos hechos y ahora puede dar argumentos para que se disuelva la carga penal. Ya que a la acusada se le está dando una reincidencia por los delitos por los cuales fue rebajada de diosa del derecho a humana, para desvirtuar los mismos, esta defensa por este acto propone los medios de prueba consistentes en declaración testifical 1 y 2, con el objetivo de dejar en claro que mi representada tuvo sus razones para cometer los delitos de que se le acusó y condenó antes de la vida.

El secretario soltó una aguda risa semejante al sonido de un rebuzno— ¿ahora encima trae a colación una cosa ya juzgada de un proceso anterior que no solo es firme ya, sino que encima su sentencia ya se llevó a cabo? —volvió a reírse, esta vez con mayor fuerza.

Julio Caesar desvió los ojos a los sardónicos que se burlaban abiertamente de él, enfrentándolo sin miedo alguno. El juez presidente, visiblemente contrariado de esa intervención en la que no se le pidió el uso de la palabra, volteó al defensor— Conteste, letrado. Y explíquese en cuanto a derecho. 

—Su señoría, el fiscal ha traído a colación el hecho de la reincidencia, la alusión a que se le dio la condena de encarnar a la mujer y esta incumplió las medidas al tener una vida de maldad absoluta. Al someterse a la encarnación estuvo sometida a lo que se les exige a todos los mortales: hacer el bien ante todo lo posible y a su vez buscar el conocimiento y la felicidad.

—Y se ha demostrado que la misma no solo fue feliz, sino que probó todos y cada uno de los pecados de los que ha tenido conocimiento la humanidad. —interrumpió el secretario una vez más, aun riéndose insidiosamente.

—Que sea la última vez que interrumpe, secretario —restalló el egipcio, y la mujer vio las gotas de saliva expulsadas por su boca quedar suspendidas en el aire. El griego seguía sonriendo, no obstante.

—No se repetirá, señor juez —desentendiéndose de esas palabras como quien apartaba una mosca.

El juez apretó la mandíbula— orden en la sala, esto no es un debate ni un dime que te diré. A pesar de su impertinencia, el secretario tiene razón ¡Letrado, explíquese! desarrolle su argumento.

El defensor y el secretario mantuvieron una mirada que hizo que la tensión en la sala se elevara unos grados antes que el romano volviese a hacer uso de la palabra, con su tono habitual, modulado y anodino, sin demostrar si la interrupción y las burlas le afectaban— Considerando que el alma apenas hizo algo que no fuera el mal más absoluto, esto quiere decir que incumplió las exigencias de su condena. Esto suma a la sentencia que se le de en este momento el peso de la que se le otorgue por haber incumplido dichas medidas dentro de la condena. Mediante este acto, al proponer los testigos, la defensa pretende desligar esos cargos de mi representada, atacando la raíz de todo el asunto: las causas por las que mi representada obró los delitos por los cuales fue rebajada a encarnar. 

Los tres jueces guardaron silencio. No solo se complicaba más el proceso, sino que se volvía interesante. Presentar justificación a sus actos significaba aceptarlos, porque era innegable que los había cometido, pero ofrecía talvez la posibilidad de atenuar su condena. Sonaba razonable. Seguro esto fue lo que hizo que al final Zactaphais dijese lo que dijo: Bien. Se tienen por aceptados los testigos propuestos como medios de prueba. Situación que representa una excepción en el proceso y para nada sentará un precedente en posteriores juicios. Defensor, puede hacer llamar a su testigo 1. 

La mujer suspiró lo más quedo que le fue posible, la emoción casi la había hecho olvidar el dolor fantasma por el que aun atravesaba su cuerpo de vez en cuando. Realmente había posibilidades de que se salvase del infierno, su defensor se había arriesgado mucho al hacer tan tarde esta movida, considerando que el juicio estaba por terminar. Pero esta circunstancia le otorgaba una oportunidad invaluable. Además, ver cómo esta posibilidad le caía como balde de agua fría al maldito secretario, ya era suficiente satisfacción para ella.

—Gracias, su señoría. Quisiera que se hiciese llamar al testigo 1: Absolvo, el leñador de almas.

 Quisiera que se hiciese llamar al testigo 1: Absolvo, el leñador de almas

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La Jerarquía del Juicio FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora