CAPITULO 20

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El pantano de Luminith se extendía como una alfombra de negrura espesa, con niebla densa y fétida suspendida en el aire

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El pantano de Luminith se extendía como una alfombra de negrura espesa, con niebla densa y fétida suspendida en el aire. Las criaturas retorcidas que lo habitaban se movían en las sombras, sin atreverse a acercarse demasiado a Vespera. Frente a ella, clavado en el árbol, yacía el cuerpo inerte de Aethon, su sangre goteando lentamente hacia la tierra.

Absolvo y Remordia emergieron de la penumbra, sus figuras oscuras casi indistinguibles del paisaje lúgubre que los rodeaba. Vespera no los miró de inmediato, su atención seguía fija en el cadáver de su enemigo. El viento gélido que soplaba a través del pantano parecía contener la respiración, como si el mismísimo Luminith esperara lo que vendría después.

—Está hecho, Vespera. —murmuró por lo bajo, suave, respetuoso— Lo que deseabas... lo has logrado.

—¿Qué harás ahora? —la demonia habló con un tono bajo, la devoción en su mirada evidente— ¿Esperarás la condena... ?

Finalmente, Vespera alzó su rostro hacia ellos. No había sombra de duda en sus ojos, solo una determinación feroz y una serenidad oscura, la calma que precede a la tormenta. Se enderezó y caminó lentamente hacia el árbol, donde el cuerpo de Aethon seguía colgando, la boca abierta en un rictus de dolor eterno.

—No esperaré condena alguna. He esperado lo suficiente... —con una voz profunda, resonante, llena de poder— he sido moldeada por el odio y la oscuridad. Ahora... reclamaré mi lugar. El infierno me pertenece tanto como yo a él. Mi espíritu lo sabía desde el primer día que fui condenada a encarnar en este miserable plano.

Absolvo y Remordia intercambiaron una mirada solemne antes de asentir. No había discusión, no había vacilación. Sabían que este momento había sido inevitable desde el principio. Ambos se inclinaron ligeramente, reconociendo su supremacía, su naturaleza demoníaca que finalmente había florecido por completo.

—Toma lo que es tuyo. —alargando hacia ella el hacha añadió— No hay nada más que hacer aquí.

Vespera aceptó el hacha, sintiendo el peso de su destino en sus manos. Caminó hacia el árbol, su mirada fija en la corteza que había sostenido a su enemigo. Sin apartar los ojos del tronco, retiró el cuerpo de Aethon, dejándolo caer con un sonido sordo sobre el barro. Su mirada apenas se detuvo en él, pues ya no importaba. Él no era nada.

—Este árbol ha contenido el dolor de demasiados... pero ahora será la puerta a lo que siempre fue mi destino.

Alzó el hacha y, con una fuerza implacable, la hundió en la corteza. Los golpes resonaban en el aire, cada uno más fuerte que el anterior, como si el árbol mismo resistiera el castigo. Pero no pudo sostenerse por mucho tiempo. Vespera continuó, sin descanso, hasta que la madera crujió, partiendo el tronco y revelando una abertura oscura y profunda.

Remordia dio un traspiés, observando con respeto— El portal está abierto...

Vespera no vaciló. Miró la abertura, ese oscuro abismo que la llamaba, y supo que era su destino final. Con un último vistazo a Absolvo y Remordia, avanzó hacia el agujero. Al cruzar el umbral, el árbol comenzó a temblar, como si resistiera la entrada de alguien que no pertenecía a este mundo ni al siguiente.

Con cada paso que daba hacia el interior, el árbol se retorcía y gemía, como si estuviera vivo y sufriendo. Pero Vespera no se detuvo. Desapareció dentro del abismo, y en un instante, el árbol dejó de temblar. Comenzó a hundirse lentamente en el pantano, tragado por las aguas negras, como si jamás hubiera existido.

El silencio se extendió una vez más por el pantano de Luminith, y las sombras volvieron a su danza interminable, mientras la oscuridad reclamaba lo que siempre había sido suyo.

El silencio se extendió una vez más por el pantano de Luminith, y las sombras volvieron a su danza interminable, mientras la oscuridad reclamaba lo que siempre había sido suyo

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La Jerarquía del Juicio FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora