CAPITULO 17

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Julio Caesar tomó asiento de nuevo y fue como si hubiera caído el telón de un espectáculo

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Julio Caesar tomó asiento de nuevo y fue como si hubiera caído el telón de un espectáculo. Pero por el silencio que se instaló en la sala, fue más como si hubiera caído un cuerpo recién asesinado en medio de la sala. La mujer sentía un ataque de ansiedad acalambrándole los miembros, quería con desespero saber si todo esto tenía de verdad peso sobre la balanza, si cabía real posibilidad de que estas nuevas verdades cambiaran su sentencia.

—¿Hará uso del interrogatorio, señor fiscal? —preguntó Zacptaphais.

Solfjord llevaba un tiempo prudencial leyendo los pergaminos y transcribiendo en un pergamino aparte pequeñas observaciones que de seguro iba a usar en breve. Se puso en pie y se aclaró la garganta— ¿Qué preguntas se le pueden realizar a un testigo sin conocimiento o recuerdos de la causa, señor juez presidente? Permito que el mismo regrese a su lugar, pero ya que mi contraparte ha realizado nuevamente su conclusión, solicito la oportunidad de pronunciarme al respecto y concluir a mi vez.

El juez asintió y el nórdico tomó sus notas y las releyó una vez antes de iniciar su conclusión final. La mujer sintió un hondo terror ante la seguridad que el dios acusador estaba desplegando, el hecho de que no se viera ni siquiera afectado en lo más minimo. Inconscientemente, volvió a buscar la mirada de su defensor, el mismo seguía haciendo de alguna forma como si ella no existiera, circunstancia que no le otorgaba ningún consuelo.

Kevanos se levantó lentamente, su mente un torbellino de dudas y emociones. Su paso era pesado, cada movimiento cargado con el peso de una verdad oculta que amenazaba con desmoronar su percepción de la realidad. Pero la mujer de alguna forma ya lo había olvidado. Cuando Solfjord inicia su conclusión, todos estaban pendientes únicamente de él.

—Después de todo lo expuesto, solicito respetuosamente al honorable tribunal que considere imponer la tortura infernal más severa posible. Es evidente que la defensa no ha logrado refutar de manera convincente las acusaciones presentadas por esta fiscalía. Lejos de demostrar la inocencia de su representada, el defensor ha aceptado todos los cargos y ha intentado justificarlos con argumentos burdos e incoherentes. —volvió a recargarse sobre la mesa, colocando ambas palmas en la misma y olvidándose de sus notas por completo— el defensor ha reforzado la acusación con su último testigo. Su tesis se basa en que Vespera, el alma ante nosotros, está inclinada inherentemente hacia el mal debido a su naturaleza. Argumenta que, por tanto, en vida, al encarnarse, no podría sino cometer actos de maldad absoluta, sin importar cuántas veces se reencarnara. Sin embargo, al presentar al segundo testigo, Aethon, el secretario del tribunal, esta tesis se desmorona. Vemos que esto se desmiente. Si la teoría del defensor fuera correcta, entonces el señor secretario, al igual que Vespera, debería estar inherentemente inclinado hacia el bien absoluto, la bondad y lo justo. En ese caso ¿Cómo explica que nuestro secretario sea responsable de asegurar y endurecer las condenas hasta el punto en que basta acercarse al límite de Luminth para escuchar los gritos del infierno? Si Aethon fue el dios del bien, ¿por qué no lo vemos ahora en un estado de pacífica serenidad frente a su adversaria, en lugar de corresponder con el mismo odio que ella le profesa...? Es claro que cada alma está sujeta a su libre albedrío. Los dioses también. Y así como nuestro honorable secretario escoge la altiva soberbia y el veneno de la vanidad, así la hoy encausada decidió en vida la maldad que causó... Es todo, su señoría.

Las palabras no se habían asentado aun en el ambiente cuando el defensor se hubo en pie de nuevo— Su señoría, solicito el derecho a réplica al tenor del principio de contradicción y el hecho de la defensa de mi representada. —el juez, hastiado y a regañadientes, asintió— Honorable tribunal, entiendo la fuerza del argumento del fiscal y la aparente contradicción que ha señalado. Sin embargo, me permito recordar que la esencia de nuestra existencia y la de aquellos que han sido degradados no se puede reducir a simples polaridades de bien y mal. La naturaleza del alma no es estática ni predecible. La degradación, la reencarnación y los juicios divinos afectan a cada entidad de manera diferente. Aethon, aunque alguna vez fue un dios del bien, ha sido moldeado y transformado por su experiencia de degradación y por las circunstancias que ha vivido desde entonces. Lo que vemos en él hoy no es simplemente el reflejo de su pasado, sino la consecuencia de un proceso complejo de cambio y adaptación. De igual manera, Vespera ha sido víctima de un juicio que no solo la castigó, sino que también la privó de su verdadera identidad. Por lo tanto, solicito al tribunal considerar estos factores y reconocer que ambos, Aethon y Vespera, son producto de sus experiencias y de las manipulaciones divinas. 

La mujer deseó con todas sus fuerzas poderse defender a si misma, poder de alguna forma gritar y decir que deseaba que todo terminara. Condena o absolución, ya le daba igual, quería salir de ese ambiente de opresión, de dualidades, de oscuridad y de la amenaza de las consecuencias que se suponía acarreaba desde antes de encarnar. Desvió la mirada de nuevo al secretario, por error de nuevo, y lo descubrió mirándola. Había una altiva y condescendiente mirada de superioridad, de odio, de profundo rencor en él. Ahora era él el que se sentía justificado y su odio hacia ella era palpable y la satisfacción que lo recorría por verla destrozada era para él un deleite. 

El alma le estaba agradecida a su defensor, pero era evidente que con ese cambio abrupto de tesis las cosas no se salvarían. El caso no tenía salvación desde el principio. El fiscal sabía exactamente lo que hacía y lo había hecho bien. Había desbaratado lo dicho por el romano, había usado su propia tesis en su contra y el cambiar de idea no le había ayudado. Al contrario, le habíYa ni siquiera tenía odio para contrarrestar a Kevanos.

Abrumada, la mujer bajó la cabeza y se dejó caer al suelo lentamente, hasta quedar en posición fetal, dispuesta a aceptar su destino, fuera cual fuese. 

 

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La Jerarquía del Juicio FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora