Closer To You // Kookmin Au

Cap XXIII

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Era un completo ángel ante mis ojos, se veía tan etéreo y a la vez tan pequeñito con su ropa de entrecasa. Era otra persona totalmente distinta a la exquisitez que veía todos los días en la agencia. Aquel Jimin era sexy, un deleite visual, lucía arrogantemente elegante, destilaba estilo y clase, era endemoniadamente erótico. En cambio este Jimin era su otro yo, era tierno, bonito, chiquito, abrazable, vulnerable, sencillo, cálido. Y realmente me encantaban los dos al mismo nivel.

Íbamos en el taxi y lo noté bastante nervioso. Y ya lo conocía de memoria cuando lo estaba, porque conmigo era más nervios que disfrute, era como si quisiera escaparse y huir, solo miraba a través de la ventana, mientras arrugaba las mangas de su abrigo. Pero yo quería que se sintiera cómodo estando conmigo, no que fuera una tortura. Quería que se relajara, me gustaba hacerlo perder la razón y llevarlo al límite pero tampoco quería que fuera tan inquietante para él siempre que compartiéramos un momento juntos, porque tenía en mente compartir millones más. Quería devolverle algo de la calma que él me daba a mí. Así que lo hice de la mejor forma que sabía, provocándolo y molestándolo.

Le di un par de toquecitos en las costillas, generándole un sobresalto. Me miró sorprendido y sonrojado, yo sólo sonreía haciéndome el desentendido. Volví a hacer lo mismo y él me tomó de la mano.

-- No. -- Me susurró.
-- No qué? No te escucho. -- Le contesté en el mismo volumen.
-- No seas inquieto.
-- Te impacienta?

Era un punto rojo en aquel auto. Completamente avergonzado y lindo. Pasaría todo el día molestándolo con tal de verlo así.

Me soltó la mano, o eso intentó porque yo no lo permití. Mientras él disimuladamente tiraba para lograrlo sin éxito. El taxista nos miró por el retrovisor.

-- Jung......

Y se paralizó al darse cuenta que no podía nombrarme. Le sonreí.

-- Jung... sung... quédate quieto.
-- Amor. Para que empiezas si después te molestas? No más juegos bebé. Quédate tranquilo.

Claramente mi intención era hacerlo pasar verguenza ante aquel hombre, y si que lo hice. Ya le sudaban las manos.

Lo desestabilicé. Lo rompí.

-- Amor. Te sudan las manos. -- Le dije susurrándole al oído.

Y de una vez lo solté. Pobrecito, ya lo estaba haciendo sufrir demasiado.

Instantáneamente escondió su mano en la manga de ese abrigo que le quedaba adorablemente grande. Me sonreí.

De un momento a otro habíamos llegado a la dirección que indicó, no sabía como se manejaban estas cosas pero atiné a hacerme cargo de mi desastre, busqué mi billetera y saqué mi tarjeta de crédito negra, e iba a dársela al taxista hasta que Jimin me tomó la mano y abriéndome grande los ojos para que la guardara, entredientes me dijo.

-- Yo pago.... amor.

Su cara, totalmente sonrojada nuevamente, nervioso. Y yo que solo podía sonreir. Que lindo sonaba de sus labios ese "amor".