Emma Anderson, una doctora cuyo mayor anhelo es casarse con el amor de su vida, ve su mundo transformarse por completo cuando su ser querido le frustra ese sueño. Y, como si eso no fuera suficiente, una noche común y corriente, el destino la desafía...
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La cirugía había sido exitosa, ahora solo restaba esperar hasta mañana para confirmar que todo estuviera bien con el niño que había sido operado. Una noche más y volvería a casa. Estaba emocionada por regresar y arreglar mi jardín.
Había perdido mucho tiempo y no quería seguir postergándolo. Después de esto, esperaba no tener que volver al hospital por un buen tiempo. Ayer me quedé más tiempo del necesario conversando con Anayla. Dijo que ayudaría al vecino con su jardín y me alegró saber que ya podía realizar más actividades y no tendría que permanecer en cama por más tiempo.
Le dije que si todo salía bien estaría ahí mañana por la tarde y yo de verdad esperaba que fuera así.
—Doctora Anderson. —escucho su voz del otro lado y por inercia sonrío. —Creí que no me iba a llamar esta noche.
—¿Y por qué no llamaría a mi paciente favorita? —respondo y vuelvo a sonreír. —Quiero saber si no has incendiado mi casa y la única manera de saberlo es llamándote. —la escucho reír.
—Claro, mejor dígame que solo quiere escuchar mi voz. —enmudezco—Aquí viene la parte donde no sabe qué responder y se queda en silencio. —comienza a reír.
—Me has descubierto —admito con un tono juguetón—. Pero, en serio, ¿cómo te sientes hoy?
—Bien, doctora, muy bien —responde ella, aún con una sonrisa en la voz—. Aunque, siendo honesta, esta llamada ha mejorado mi noche considerablemente.
—Me alegra escuchar eso. Recuerda que estoy aquí para cualquier cosa que necesites, incluso si solo quieres charlar un rato. —me muerdo el labio.
—Lo sé, y lo aprecio mucho. Aunque a veces me pregunto si no la molesto demasiado. Recuerde que debe descansar bien.
—No pienses así nunca. Me alegra poder ser de ayuda de alguna manera. Cuéntame, ¿cómo te fue en tu nuevo trabajo? ¿Todo bien?
—Me mostró su jardín. —me cuenta. —Empiezo mañana, su jardín es realmente hermoso. Le pregunté si alguien lo cuidaba y me dijo que sí, tiene una hija de mi edad. —la escucho emocionada mientras yo guardo silencio. —Dijo que necesita a alguien porque su hija casi no viene a visitarlo y hay ocasiones en las que las plantas se marchitan.
—Entiendo... ¿Una hija de tu edad? Suena bien. —aclaro mi garganta. —Me alegro por ti, Anayla.
—Gracias, Doctora Anderson —suelta una risita. —Por todo.
—Para eso estoy aquí. —le respondo—Recuerda que siempre puedes contar conmigo.
—Doctora, parece que el universo está conspirando a mi favor. —dice y comienza a reír.
—Sí, Anayla. Míralo como una nueva oportunidad. Aunque también tienes que poner de tu parte para que funcione, no le dejes todo al universo. —suelto una risa.