Emma Anderson, una doctora cuyo mayor anhelo es casarse con el amor de su vida, ve su mundo transformarse por completo cuando su ser querido le frustra ese sueño. Y, como si eso no fuera suficiente, una noche común y corriente, el destino la desafía...
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Durante las próximas horas, Aurora se dedica a relatarme todo, desde el momento en que conoció a Anayla y cómo su vida cambió desde entonces. Me habla de todos los sacrificios que ha hecho para mantenerme a salvo, mencionando que las pesadillas eran constantes tras la muerte de Marco, y que cargar con una verdad tan pesada no era lo que ella deseaba.
Luego, me confiesa que su amor por Anayla es noble y sincero, pero que, si Anayla recupera la memoria y decide estar conmigo, ella lo aceptará sin dudar. Mientras la escucho, solo puedo pensar en lo tierna que es verla tan enamorada; nunca la había visto así. Siempre nos decía a Isa y a mí que amaba a William, pero nunca la vi demostrarlo.
Mientras me relata cómo se enamoró de Anayla y cómo ella llegó a mi casa, la miro con fascinación, sonriendo. Aurora era la única que podía despejar mis dudas.
—¿Entonces tú le diste mi dirección a Anayla? —pregunto, Aurora asiente—. No lo puedo creer, quiero decir, jamás me lo hubiera imaginado.
—Imagínate, Emma, la sorpresa que me llevé cuando fui a tu casa y Anayla no recordaba nada, es decir, ella me recordaba, pero no sabía absolutamente nada de cómo llegó.
—¿Y no le ayudaste a recordar? —pregunto.
—Si—asiente, mientras bebe de su segundo café—. Todo el tiempo le decía lo que había pasado, pero ella no recordaba nada, por supuesto que te conocía, solo que fingía no hacerlo.
Suspiro, mientras me pierdo en mis pensamientos.
—Supongo que no me dirás porque estás vistiendo así ¿verdad? —pregunta Aurora—. Ya que me dijiste todo de Valentina, ¿de verdad crees que ella quisiera que pases toda tu vida buscándola?
Bajo la cabeza y suspiro. Por supuesto que sabe que estoy buscándola.
—¿Como sabes que estoy buscándola?
—A pesar de la ropa que traes, puedo ver que tienes algunos moretones, especialmente ahí—señala mi mejilla—. Perdiste peso, pero es porque estás haciendo ejercicio, aparte ¿Qué haces en Winkler?
Me cruzo de brazos y la observo con seriedad.
—Quiero que Anayla se mantenga al margen de esto, Aurora. No necesita saber nada sobre Valentina; me gustaría que tuviera recuerdos, pero no de eso. Realmente, Anayla merece disfrutar de una vida tranquila a tu lado. Sé que le incomoda no recordar, pero no es infeliz, lo sé. Si descubre que, además de que Valentina se sacrificó por salvarlas, estuvieron viviendo juntas, se sentirá confundida; es demasiado para asimilar. Es preferible que no recuerde.
—Pero ¿eres consciente que cuando Anayla recuerde y vea que te enfrentaste a esto sola se va a odiar? —niego—. Baker no nos permite hablarle de Valentina, Emma, son sus reglas, pero me importan una mierda sus reglas después de que se hiciera pasar por el héroe del cuento, no me importan sus reglas—tomo la mano de Aurora por encima de la mesa.
