Emma Anderson, una doctora cuyo mayor anhelo es casarse con el amor de su vida, ve su mundo transformarse por completo cuando su ser querido le frustra ese sueño. Y, como si eso no fuera suficiente, una noche común y corriente, el destino la desafía...
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En el momento que Valentina intenta huir, nuevamente la tomo por la cintura y la detengo, ella junta las cejas y yo también.
—Deténgala, señorita Anderson—la voz de Ben suena por el auricular, sorprendiéndome—. Siga mis instrucciones, es la única alternativa. Ella está a punto de iniciar un enfrentamiento.
Miro a Valentina intensamente, mientras la sostengo por la cintura. Después me alejo un par de pasos y hago algo que jamás imaginé hacer.
Le suelto un golpe a Valentina en la cara...Pero, solo le voltea la cara, no consigo noquearla como yo quería.
Ella se vuelve a mí y se toca la nariz. Después, me mira confundida. Me alejo un par de pasos y niego.
—¡Emma Anderson! —exclama, tocándose la nariz—. ¿Acabas de golpearme? —respondo negando—. ¿No? ¿Qué pretendías hacer? —se acerca a mí, y yo retrocedo—. Espera, ¿tú ibas a...? —se gira y comienza a reír—. ¿Ibas a noquearme? —se gira hacia mí—. ¿Eso fue lo que te dijo Ben que hicieras? —señala mi oreja.
—¿¡Que más hago!? —digo, con desesperación—. ¿Lloro? ¿me hinco? ¿me desnudo? —Valentina sonríe de lado—. No, no, eso no. Te golpee si, quería detenerte.
—¿De esa manera? —asiento con obviedad—. Eso fue una caricia para mi rostro.
—Eso no dice Ben—respondo, con altanería—. Ahora vendrás conmigo, no me obligues a usar la fuerza.
Saco mi arma y le apunto. Ella sonríe.
—Me encantaría ver eso —dice, acercándose a mí—. ¿Te atreverías a utilizar otros métodos con el amor de tu vida? —pregunta, sonriendo de lado—. Ni siquiera has logrado noquearme ¿cómo pretendes hacerlo? —señala mi arma, con la cabeza—. ¿Te atreverías a hacerle algo al ser más hermoso que tus ojos han visto?
—Había olvidado lo arrogante que eres—respondo, retrocediendo, sé que intenta distraerme—. No voy a caer en tu juego de seducción, Valentina.
—¿No? —me mira intensamente—. No me subestimes.
Sigo retrocediendo y, al chocar con la pared, suelto un leve jadeo. Valentina se aproxima más a mí; cuando está muy cerca de mi rostro, me examina lentamente. Trago saliva y, casi por inercia, miro sus labios, y luego regreso la mirada a sus ojos. Coloco una mano en su pecho para mantener la distancia.
Valentina acerca su rostro al mío y roza mis labios con los suyos.
Antes de que pueda hacer algo Valentina me quita el auricular y se lo pone.
—¿¡En serio, Ben!? —exclama—. ¿Ese es tu plan? ¿Noquearme? ¿Con esas manitas que tiene? —frunzo el entrecejo—. No, Ben... Quiero que te la lleves. —Valentina se lleva una mano a la frente y suspira—. Te estoy dando una orden... ¿Así? —comienza a reír—. ¿Desde cuándo?
