Capitulo 35.

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Valentina continúa compartiendo su plan conmigo

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Valentina continúa compartiendo su plan conmigo. Según ella, está ajustando los detalles. Al notar que mi expresión cambia de asombro a preocupación por lo expuesta que puede estar, intenta distraerme con chistes. Sin embargo, le pido que se detenga cuando sus bromas resultan forzadas. 

Entonces, me propone una mejor idea, a condición de que no nos pongamos tristes. Acepto, y ella comienza a contarme anécdotas sobre Anayla en la universidad. Cuando menos lo espero, ya hemos pasado de la comida al postre.

La conversación se vuelve más liviana y alegre. Valentina me cuenta cómo Anayla solía llevarse libros de la biblioteca sin autorización. Nadie notaba cómo lo hacía; a veces la atrapaban, pero en muchas ocasiones lograba llevarlos a su casa.

Entonces comprendo su habilidad para tomar libros sin que yo me diera cuenta.

Gracias a Valentina siento que conozco un poco más a Anayla.

En estos momentos, Valentina, intenta contarme algo, pero la risa no la deja formular nada, yo la observo con una sonrisa en el rostro, mientras veo como se desarma en el sofá.

—Fuimos... —toma aire profundamente y seca una lágrima que se le escapó. —Asistimos a una fiesta, Anayla se quedó dormida. Ese día teníamos examen de una materia que Anayla detestaba, era realmente mala. Siempre que Anayla toma siestas, se despierta pensando que es un día diferente. —empieza a reír. —Melanie se dio cuenta de que, a pesar del ruido, ella no despertaba... —vuelve a reír y se detiene en su relato.

—Creo que no vas a terminar de contármelo hoy. —digo, y me llevo una cucharada de pastel a la boca. 

—Entonces nos dimos cuenta de que lo que la despierta es el silencio. Pensamos que quizás se siente incómoda con eso, así que todos guardamos silencio y... —empieza a reír, me cruzo de brazos. —Espera. Melanie conectó su teléfono al altavoz y puso el sonido de un gallo cantando a todo volumen. Anayla se despertó de un sobresalto, mirando a su alrededor con confusión, mientras todos los demás en la fiesta trataban de contener la risa.

Valentina suelta una carcajada y se toca el estómago. Imagino la cara de Anayla en ese momento y no puedo evitar reír también.

—Fue una escena inolvidable —continúa entre risas—. Anayla, al darse cuenta de lo que había pasado, no pudo evitar sonreír y unirse a la diversión. Al final, resultó ser una noche llena de anécdotas y buenos momentos. 

—Son unas traviesas, ¿cómo le hacen eso a Anayla? —pregunto, tratando de imaginarme la situación. —Aunque supongo que al final resultó bien.

—Sí, fue genial. A partir de ese día, cada vez que queríamos molestarla un poco, solo teníamos que poner el sonido del gallo y ella ya sabía lo que venía. 

—Bueno, al menos ahora hay una forma segura de despertarla. —respondo, riendo.

 Miro a mi alrededor y noto que hay menos luz de día. Valentina observa y comprende lo que intento comunicarle. Se levanta y, con un gesto, me señala que regresará en un momento. La sigo con la mirada mientras ella sale de la casa.

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