Capitulo 11.

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La confesión de Anayla me toma por sorpresa

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La confesión de Anayla me toma por sorpresa. ¿Le gusto? ¿De qué manera? ¿Le agrada mi personalidad? ¿Qué es lo que le atrae de mí? ¡Dios mío! ¿Qué debo hacer? La observo por un momento y sonrío nerviosamente, mientras ella conserva esa radiante sonrisa que la define. ¿Cómo es posible que me diga algo así de repente? ¿cómo me va a soltar una información así?

Mi mente se llena de preguntas, pero me esfuerzo por mantener la calma. Anayla siempre ha sido una persona directa y sincera, y eso es algo que siempre he admirado de ella. Tomo una respiración profunda y decido que lo mejor es ser honesta también.

—Anayla, no sé qué decir —balbuceo, sintiendo el calor subir a mis mejillas—. La verdad es que nunca me lo hubiera imaginado, pero... me haces sentir muy especial con tus palabras.

Ella inclina la cabeza ligeramente y me sonríe dulcemente.

¿Por qué tiene que ser tan linda?

—No tiene que decir nada, doctora. —acaricia mi brazo—Solo quería que lo supiera. Creo que nuestra...—me mira—lo nuestro es muy importante, y no quiero que esto cambie nada entre nosotras.

Trago saliva, la observo, ella lentamente acerca su rostro al mío, y deposita un beso en mi mejilla, seguido de otro en la comisura de mis labios.

Sus ojos brillan con una ternura que derrite por completo mi corazón. Siento la sensación de su aliento cálido y el suave roce de sus labios, provocando una sensación inexplicable. Nos quedamos así, simplemente mirándonos fijamente a los ojos. Un suspiro me traiciona y ella me sonríe.

¿Qué es esto que estoy sintiendo?

—Anayla...

—Me gusta como mujer, en caso de que se lo esté preguntando. —Su mano, que descansaba sobre mi pierna, se desplaza suavemente hasta mi mejilla y la acaricia con ternura. Cierro los ojos por un instante y me dejo llevar, disfrutando de la sensación reconfortante que sus caricias me provocan.

La siento acercarse nuevamente y deposita un pequeño beso cerca de mis labios. Por inercia me relamo los labios.

La escucho reír.

—¿Quieres besarme? —pregunto y abro mis ojos.

—No importa lo que yo quiero, importa lo que usted quiera ¿Usted quiere? —miro sus labios por un breve momento y vuelvo mi vista a sus ojos. —¿Quiere?

—Anayla...—mi voz tiembla. —Nunca he besado a una mujer, y podría contar con una sola mano los hombres con los que he estado. —confieso.

—A mí ya me besó dos veces, Anderson. —asiento como una estúpida, hipnotizada por todo esto que me hace sentir Anayla— ¿Sigue teniendo frío? —pregunta.

—Un poco—susurro con la respiración entre cortada.

—Podría arreglarlo si usted quiere. 

—Muéstrame.

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