Capitulo 44.

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 Pasó un mes más

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 Pasó un mes más. Un mes más sin Valentina. Anayla no pudo recordar nada de lo ocurrido en este último mes. Sin embargo, yo la había llamado cuatro veces, una vez por semana, y le compartía algunas cosas sin mencionar a Valentina. Me preguntaba sobre mi día a día, y siempre le contaba sin hablarle de nuestra relación.

Tampoco quise mencionar que estaba actuando más como detective que como doctora; le decía que atendía a pacientes, pero no sabía de dónde venían. Anayla llevaba una vida tranquila, ni siquiera había vuelto a ejercer su trabajo como detective. 

Se dedicaba a asistir a terapia y a consultas con especialistas para ayudarle a recuperar la memoria, pero no recordaba nada. Además, dejó de soñar conmigo y no parecía angustiada por su falta de recuerdos; incluso comentó que tal vez era mejor así, y de pronto, yo también empezaba a pensarlo.

Pero la angustia de que ella podía recordar en cualquier momento crecía dentro de mí y entonces, tendría que darle muchas explicaciones.

Sin embargo, Isa fue muy clara al decirme que no podía contarle sobre su pasado, ya que Anayla podría angustiarse y eso no le traería nada bueno. No estaba interesada en que ella recordara, ya que se encontraba perfectamente bien y ya no estaba en peligro; Canadá la protege. 

Debía concentrarme en encontrar a Valentina. Si Anayla de repente recuerda quién soy, no permitiré que me ayude en esta locura de buscar a Valentina, ya que ella lleva una vida tranquila.

Sé que Aurora cuida bien de ella. Anayla, Santi y Aurora son como una familia, y comencé a asimilarlo hace una semana cuando escuché a Aurora llamarla "cariño". Mi amor por Anayla sigue presente, latente, ni más ni menos, pero la ilusión de tener "esa" familia con ella disminuye cada día.

Aurora no quería saber nada de mí, y eso se convirtió en un dolor más para mí.

Ben y yo necesitamos localizar a Valentina. Nadie sabe dónde se encuentra, no se ha comunicado con nadie. No sabemos si lo hace para protegernos, por decisión propia o si realmente no le permiten hablar con nadie. 

Ella pensó que continuaría en contacto con nosotros y no fue así.

De pronto la idea de que Víctor pudo asesinarla me invadía, pero rápidamente la desechaba de mi cabeza.

Y en otras ocasiones, me sentía como Anayla buscando a Valentina con desesperación, cuestionándome si pasare años haciéndolo de la misma manera que ella.

En este momento estoy dando un paseo en Ópalo, cuidando de Brisa y, de vez en cuando, del pequeño que ya no es tan pequeño. Al mismo tiempo, estoy en una llamada con Anayla, la primera del mes.

Doctora Anderson, entonces, ¿cuál era mi ocupación mientras estuve con usted? ¿Todavía era detective? —pregunta, no respondo—. Dígame, se lo prometo, no diré nada.

—Sabes que no puedo decir nada, Anayla—respondo con tranquilidad—. Si fuera mi decisión te lo diría todo, pero no puedo.

Anayla resopla.

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