Abril Adrinette.

Primer beso.

—El otro día estaba pensando un poco y llegué a la conclusión de que nosotros no somos nada normales —comentó Adrien.

—¿En serio? ¿Por qué? —preguntó la azabache mientras lo observaba.

Ambos estaban sentados en una banca, era sábado y habían aprovechado de salir juntos, fueron por helado de André, ya que más tarde se reunirían con sus amigos en el cine, tendrían una tarde entre amigos.

—Por ejemplo, si alguna vez hablamos sobre nuestro primer beso, creo que es obvio que fue cuando yo fingí ser una estatua —le recordó a la azabache.

—¡Ay, Dios! ¡Ese recuerdo me perseguirá durante toda mi vida! —la azabache tapó su rostro sintiéndose completamente avergonzada —, lo peor de todo es que tú me lo recuerdas cada vez que tienes la oportunidad.

—Fue nuestro primer beso, fue leve e inusual, ¿cómo esperas que no te lo recuerde? —Marinette empujó a su novio con algo de rabia, realmente no superaba ese momento vergonzoso, ¿por qué Adrien tenía que ser así? Él soltó una risa sin poder evitarlo, avergonzando aún más a Marinette —, también recuerdo cuando te disfrazaste para entrar a mi fiesta —la azabache se sonrojó aún más, lo cual era bastante sorprendente.

—Sí, sé que he hecho cosas vergonzosas —la azabache ya no sabía qué más decir —, pero todo eso ya pasó, no haré más cosas así —aseguró.

—A mí me gustan —Marinette negó con la cabeza, eso no tenía sentido —. Me gusta tu forma de ser, eres única. Además, recuerdo bien que yo al principio no sabía bien cómo convivir, recuerda que ni siquiera sabía lo que significaba la campana, yo tampoco era muy normal —le recordó.

—Siempre me has parecido tierno, me gusta tú inocencia.

—Eso es dulce, gracias por decírmelo —Adrien sonrió, le había gustado mucho ese cumplido —. De todas formas, tendremos muchos más besos.

—Y más dulces —la azabache se acercó y unió sus labios con los de su novio, gracias a sus helados, ese había sido un beso bastante dulce para ambos.