Seguro.

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Marinette y Adrien caminaron juntos, en el camino charlaron y rieron. A veces la azabache se detenía para tomar algunas fotografías de lugares que le parecían lindos y Adrien insistía en que se tomaran selfies juntos.

—Me gusta tener fotos contigo, Mari. Me gusta tener recuerdos —le dijo para después darle un beso en la mejilla. Ella sonrió enternecida.

—A mí también, Adrien.

Ambos sonrieron y siguieron caminando. Mientras caminaban, Adrien le contaba un poco sobre Londres. Él había estudiado antes de ese viaje y además, Félix le había dicho algunas curiosidades, agradecía eso, porque así podía hablar y le gustaba ver el rostro de sorpresa de su novia.

Llegaron a su destino y la azabache sonrió.

—¡Una pista de hielo! ¡Es hermosa! —exclamó ella.

Félix le había contado que uno de sus lugares favoritos era la pista de patinaje sobre hielo, algo mágico que tenía ese lugar era que funcionaba veinticuatro horas, los turnos de los trabajadores eran rotativos. Como era una pista de hielo en un lugar abierto, podías ver el exterior y era una vista hermosa, ahora mismo era de noche y el ambiente se veía como de película: mágico. Incluso había algunas tiendas cerca con comida y bebidas, ¡había helado!

—¡Amo la idea de patinar sobre hielo! —exclamó Marinette —, lo mejor es que ahora estamos solos. Bueno, hay algunos desconocidos, pero ¡podemos divertirnos!

Ambos pidieron patines, apenas los recibieron se sentaron para ponérselos y después de eso debían entregar sus zapatos.

—Ahora haré las cosas bien —Adrien se agachó y amarró los cordones de Marinette, como Kagami había hecho para él.

—Yo también te ayudaré —Marinette amarró los cordones de Adrien. Adrien se sonrojó, le daba vergüenza cuando lo ayudaban con esas cosas.

Después de entregar sus zapatos, ambos se dirigieron a la pista de hielo y comenzaron a patinar. Al principio iban lento, conociendo la pista y acostumbrándose de a poco. Una vez que sintieron confianza, comenzaron a hacer algunos trucos.

—Imagina que está pista es solo nuestra... —susurró Adrien.

De ese modo, giraron, saltaron e incluso Adrien la tomó en brazos para que ella fingiera que volaba, estirando sus brazos. Ambos sonreían, estaban haciendo una coreografía y los presentes los miraban, algunos aplaudían.

—¡Ellos son los reyes de la pista está noche! —exclamó un muchacho. Eso los hizo reír.

En cuanto terminaron (porque se aburrieron), decidieron darse un beso. Nunca imaginaron que un simple beso bastaría para que todos aplaudieran y gritaran, era como si les estuvieran echando porras. Ellos rieron, Adrien hizo una reverencia (eso fue muy Chat Noir de su parte) y finalmente salieron de la pista, devolvieron los patines y se pusieron sus zapatos.

Ambos fueron por helado, era lo que más disfrutaban compartir y se sentaron en una banca que estaba cerca.

—Creo que cuando lleguemos a tu casa, tu tía nos va a obligar a beber chocolate caliente o algo así —comentó la azabache —. Estoy casi segura de que se enojaría si descubre que fuimos por helado.

—No debería enojarse, ella sabe que nos encanta el helado —respondió Adrien —. ¿Sabes, Marinette? Hay muchas cosas que he aprendido gracias a ti, siento que cada día voy avanzando un poco más y dejo de ser un "niño" descubriendo el mundo y me encanta que tú me acompañes en cada paso. Siento que gracias a ti, puedo ser más valiente, me haces sentir amado y haces que mi depresión no gane la batalla.

Marinette sonrió. Adrien no solía hablar sobre su depresión, prefería evitar el tema, pero para ella saber que lo estaba ayudando era algo muy gratificante.

—Sabes que yo nunca te dejaré solo, Adrien —prometió la azabache —. Te amo, quiero estar contigo y verte triunfar.

—Yo también te amo, Marinette —la azabache se sonrojó y una lágrima cayó por su mejilla, escuchar a Adrien decir eso era como un sueño hecho realidad —. No imagino mi vida sin ti, quiero estar contigo por el resto de mi vida —confesó.

La azabache abrió y cerró su boca debido a la sorpresa que le causó aquella confesión, fue algo inesperado.

—¿Estás seguro? Somos muy jóvenes, tenemos toda una vida por delante.

—Nunca había estado tan seguro de algo en mi vida, Marinette. Por eso compré esto —Adrien le mostró dos anillos a su novia, uno del sol y otro de la luna —. Una vez me dijiste que soy como un sol para ti y tú eres como mi luna, iluminas mis momentos oscuros —le explicó —. Quiero que sean nuestros anillos de promesa, que no importa que pase en el futuro, estaremos juntos.

Adrien extendió su mano. Marinette asintió, ella siempre había soñado con estar con Adrien y con casarse con él algún día. Sus sueños de estaban cumpliendo lentamente, la vida le sonreía.

—Es una promesa —tomó el anillo del sol. Adrien sujetó el anillo de la luna y de ese modo, cada uno colocó el anillo correspondiente al otro. Sellaron esa promesa con un beso, un beso que nunca olvidarían.

—¡No pueden ser tan cursis! —se quejó Plagg.

—¡Son el uno para el otro! —exclamó Tikki viéndolos con ternura.

Abril Adrinette.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora