Me encontraba bajo el marco de la puerta que da a la habitación de Rose, hace rato que se había calmado de su arrebato y mi hermana me pidió que la observará mientras ella hacía un té para ayudar a bajar la tensión y los nervios.
A mi lado se encontraba el pelinegro totalmente concentrado en la mujer que estaba sobre la cama con cara de hastío. Lo observé con fijación por unos minutos cayendo en cuenta de muchos detalles que anteriormente no había notado.
Sus brazos eran grandes y musculosos, noté por primera vez, pequeñas cicatrices en su hombro derecho, fruncí el ceño fijandome más en ellas. Estaban.rosáceas y se notaba que la queloides había hecho de las suyas. Baje la mirada a sus piernas largas y gruesas que se marcaban de forma espectacular a cualquier cosa que se pusiera, su cuerpo estaba totalmente cubierto de vellos, sin llegar a ser exagerado, tenía varios lunares esparcidos por los brazos, espalda y pecho.
—¿Alguno podría moverse?, es difícil pasar por este pequeño espacio con la bandeja.
Mi escapada mental fue interrumpida abruptamente por Samanta, quien notó mi exagerada atención hacía Brahms, su expresión pasó de ser relajada a una pícara. Giré los ojos con fastidio.
— Rose, ¿Cómo te sientes?— su mirada pasó de mi rostro al de la mujer que se encontraba sentada en la cama de la habitación.
— Ya estoy mejor querida
—¿Estás segura?, ¿No quieres ir al hospital?
Rose le echó una mirada de pocos amigos, solté una risita haciendo que todos girarán en mi dirección.
—¿Qué?
— Nada — dejó de observarme para seguir discutiendo con la rubia.— no es necesario ir al hospital Samantha, ya te lo dije muchas veces.
— Bien, no voy a insistir más.— alzó las manos dándose por vencida, a veces Rose solía ser muy necia.
La habitación volvió a quedar en silencio, observé a todos y cada uno de los presentes y hablé rompiendo la tensión que se estaba empezando a sembrar en el ambiente.
— Iré arriba, por si me necesitan — Samantha asintió mientras intentaba hacer que Rose bebiera del té.
El único que giró a mi dirección fue Brahms, le regalé una sonrisa floja mientras empezaba a caminar en dirección a las escaleras. Sentí su presencia detrás, pero, no dije ni hice nada para evitarlo. Me adentre a la habitación del muñeco en cuánto pise la tercera planta.
Camine directamente a la cama con Brahms pisandome los talones, tomé asiento tocando el cabello del muñeco y girando mi cabeza para observar al pelinegro a los ojos.
Él mismo rompió el silencio que había en el aire:
— ¿Qué sucedió?.— no quería responder, porque sinceramente ni yo entendí que había sucedido.
— No lo sé, las cosas se salieron de control demasiado rápido.— giré la mirada hacía el muñeco.
—¿Crees que regrese?.— se refería a Gisselle.
— No lo sé, a veces solo aparece y a veces solo ya no volvemos a saber nada.
— Ella no me genera confianza.— Escucharlo decir aquello me hizo mirarlo de nuevo.
Brahms observaba mis movimientos cerca del muñeco, tenía la cabeza ligeramente inclinada, se veía malditamente tierno.
Sonreí, de verdad sonreí, era la primera persona que compartía mis pensamientos acerca de ella.
— Lo sé, y que sepas que la verdad no es alguien en quien confiar…— tomé un pausa para soltar un suspiro.— No puedes dejar que ella te vea, o será un verdadero desastre.
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«TEACH ME»| Brahms Hellshire.
Teen Fiction-¡Llamaré a la policía si no me dices quien eres y que carajo quieres!.- lo amenacé. -No..- respondió casi en un susurro por fin. -¿Porque no, acaso hiciste algo malo?.- le pregunté por su respuesta negativa ante la mención de la policía. -No, no lo...