La semana se había ido en un dos por tres, ya todos habíamos olvidado la pequeña rabieta de la rubia, y por mi parte había empezado a olvidar aquella conversación con ella.
Observé al pelinegro sentado a mi lado, este estaba leyendo tranquilamente un libro mientras Rose y yo tomábamos del té helado que había preparado. Frente a ambos estaba sentada de forma muy relajada quien también leía con esmero el periódico del día, y yo, yo me encontraba revisando mis pendientes en la laptop. Todos estábamos con las piernas estiradas sobre una mesita de centro que estaba en el gran salón de la casa, teníamos las ventanas abiertas por las cuales entraba una suave brisa, ya que, afuera el clima estaba demasiado caluroso.
Volví a observar a mi lado, Brahms. Se veía bastante bien desde este ángulo. Estaba muy concentrado en lo suyo, observé sus manos cuando cambió de hoja, eran fuertes y varoniles. Su perfil era realmente algo que me encantaba. Movía de vez en cuando la cabeza, era como una especie de tic, detalle sus pestañas largas y espesas cada vez que parpadeaba, él era realmente fascinante.
Ambos estábamos compartiendo un sofá pequeño, el cual nos hacía estar pegados, cosa que no me molesta ni desagrada. Miré de reojo lo que estaba leyendo, era un libro viejo que había traído consigo de su habitación.
Cerré la laptop colocándola encima de la mesa de café mientras me estiraba para alcanzar mi bebida, me volví a acomodar recostandome sobre el brazo del pelinegro mientras absorbía por el sorbete, él giró con curiosidad en la mirada por mi repentino acercamiento, le sonreí tímidamente, guiñó un ojo y volvió a su lectura sin decir más nada, últimamente estaba muy callado.
De repente Brahms pegó un brinco que me hizo caer de boca en el sofá haciéndome regar la bebida por todo el suelo, me levanté casi tan rápido como caí, observé a Rose confundida y está ya me estaba viendo de la misma forma. Miré la habitación en busca del pelinegro pero no lo hallé por ningúna parte, fruncí el ceño en desconcierto hasta que, el silencio que se había formado fue interrumpido por una Samantha escandalosa quien venía con otras dos personas detrás.
— ¡Familia!
—¡Samantha!.— mi grito la hizo reaccionar de forma instantánea haciendo que las personas que la seguían se detuvieran.
— Siempre tan insolente.— Por supuesto que tenía que ser. Era la desagradable Gisselle y su insoportable hija Vanessa.
— Guao está casa es realmente increíble.— soltó la pelinegra observando el entorno.
Rodé los ojos con fastidio, tal parece que esté será un día largo.
…………….
El día tal como lo había previsto estaba siendo muy largo y demasiado fastidioso. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces giraba los ojos o bostezaba indiscretamente en la cara de la mujer que no me soportaba.
Rose había estado en el jardín ocupándose de las flores que ella misma había plantado hace meses con ayuda de Brahms.
Desde que llegó Gisselle había estado alerta y paranoica, como si supiera algo de lo que no estábamos enteradas nosotras, cabe destacar también que no confiaba en nadie de esta casa aparte de su hija y en Samantha.
— Bien, ya he pedido a los decoradores que vengan a esta dirección y ya envié las tarjetas de invitación, la fiesta será un éxito total.
Su voz salía en chillidos emocionados y las únicas que se sumaban a esa emoción eran mi hermana y Vanessa, quien aún no sabía porqué estaba tan callada y observaba las paredes con curiosidad.
Undi las cejas en confusión y desconfianza observándola, ella lo notó y giró la cara asustada hacía su madre quien rápidamente me lanzó una mirada despectiva.
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«TEACH ME»| Brahms Hellshire.
Roman pour Adolescents-¡Llamaré a la policía si no me dices quien eres y que carajo quieres!.- lo amenacé. -No..- respondió casi en un susurro por fin. -¿Porque no, acaso hiciste algo malo?.- le pregunté por su respuesta negativa ante la mención de la policía. -No, no lo...