❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos están cegando.
Hay muchas cosas que me gustaría decirte,
pero no sé cómo❞
-𝐐𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫𝐭𝐞, 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫. 𝐄𝐧 𝐜𝐮𝐞...
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[2 de septiembre, 1995]
Amelie caminaba por el pasillo lleno de alumnos, maldiciendo mentalmente a la clase de adivinación, mientras Theo le contaba a Blaise lo genial y entretenida que fue. Salazar, ella no entendía porqué le gustaba tanto, si la profesora sola decía cosas sin sentido. En esta ocasión Draco era el más sensato al pensar igual.
Sin embargo, para su desgracia y odio hacía aquella materia, no haría nada para salirse o abandonarla. Era lo único que su madre le permitió elegir, así que tendría que soportarlo por un rato más.
Cuando llegaron a salón de Defensa Contra las Artes Oscuras, la profesora Umbridge ya estaba sentada en el lugar habitual. Llevaba su "linda" vestimenta de color rosa que había lucido la noche anterior. Era un dolor para los ojos de Amelie tener que ver algo como eso.
Los cuatro Slytherin tomaron asiento hasta el fondo, en la tercera fila de mesas, cerca de una ventana donde el sol ligero entraba. Draco junto a ella, se acomodó lo mejor posible para poder mirar hacia la pizarra; Theo y Blaise, por otro lado, querían de todo menos estar en la visión periférica de Umbridge.
Tan pronto Hermione hizo aparición en el salón de clases, siendo seguida por sus amigos, Amelie sonrío inconscientemente. Había pensado en ella toda la noche y parte de la madrugada, pero tenerla cerca era mil veces mejor.
La nueva profesora, de la cuál Amelie no tenía mucha confianza, se levantó de su asiento para mirarlos a todos con una sonrisa muy exageradamente feliz.
—¡Buenas tardes a todos! —saludó a los alumnos cuando por fin todos se sentaron en algún lugar vacío. Unos cuantos respondieron con un tímido «Buenas tardes»—. ¡Ay, no! —exclamó—. ¿Así saludan a su profesora? Me gustaría oírlos decir: Buenas tardes, profesora Umbridge. Volvamos a empezar, por favor. ¡Buenas tardes a todos!
Oh, vaya, las cosas estaban siendo vergonzosas a este punto. ¡Y apenas empezó la clase!
—Buenas tardes, profesora Umbridge —gritaron algunos.
Amelie optó por recargar su mejilla en su mano libre, con una expresión aburrida, y comenzó a trazar formas con sus dedos en la mesa. En unos minutos seguramente estaría teniendo una pelea mental por saber quien era peor profesora: La señora amante del rosa, o Trelawney, quien siempre le decía las pesadillas que tendría que vivir despierta.
Umbridge estaba por delante, eso era seguro. Prefería escuchar sobre su muerte cercana y muy dolorosa, que a una mujer con la apariencia de un enorme sapo.
