Capítulo VII: Amado capitán

251 15 2
                                    

Hayes

—Arréglate un poco antes de entrar —murmuró mi madre, acomodando mi camisa negra y tirando los bordes de mi chaqueta del equipo con insistencia al bajar del auto.

Era un aburrido y tranquilo Domingo.

Después de entrenar durante toda la mañana, mamá, me arrastró a acompañarla al almuerzo que había organizado Caroline, la madre de Blair. Aunque prefería quedarme en casa descansando después de la fiesta de celebración del partido contra Los Tigres, no tenía mucho que discutir con mi madre. Sabía que rechazar la invitación estaba fuera de las opciones, así que, exhausto y posiblemente con un dolor de músculos que iría en aumento, me tragué la molestia y puse la mejor de mis caras.

Me dejé arreglar unos segundos, rodando los ojos, antes de alejarme con una mueca cuando intentó peinarme. Caminamos hacia la elegante casa de estilo griego de los Di Laurentis, cuyo jardín delantero estaba adornado con flores de colores vibrantes. La fachada blanca y las columnas elegantes destacaban bajo el cielo despejado.

—Mamá —me quejé de nuevo cuando se detuvo en el pórtico para volver a intentar ordenar mi cabello.

—Tienes que verte presentable —susurró, analizándome—. Ese cabello tuyo parece tener vida propia.

Solté un bufido, tocando mis rizos húmedos por la ducha, que el viento había esparcido por mi frente.

—Hey, deja mi cabello tranquilo —le ordené con una risa—. Es sagrado. No lo toques.

Mi madre volteó los ojos antes de esbozar una sonrisa en sus delgados labios rosados, que resaltaban bajo el brillo del sol.

—Uy, discúlpame, Rapunzel con cabello de oro —bromeó sarcásticamente, ladeando la cabeza—. Te hubieras hecho una coleta. Te ves lindo así. Ordenado.

—Las coletas solo me las hago para jugar baloncesto, mamá —le señalé al instante—. Me gusta mi cabello suelto.

—Deberías cortártelo un poco —opinó, ordenando unas hebras de cabello que se interpusieron en mi frente—. Te obstruye tu lindo rostro.

Entrecerré los ojos con una mueca ofendida, sintiendo la textura húmeda de mis rizos entre mis dedos.

—Y tú obstruyes mi libertad de expresión.

Mamá levantó las manos en señal de rendición, sus ojos reflejando una mezcla de resignación y cariño.

—Solo digo.

Humedecí mis labios.

—Seguro —coloqué las manos en los bolsillos de mis jeans desgastados, soltando una risa—. Ahora es mejor que toquemos el timbre antes de que te metas con mis tatuajes y empieces con tu charla aburrida.

—Yo no me meto con nada, Hayes —contradijo con una mueca ofendida, su voz más alta que un susurro esta vez—. Solo opino que tus tatuajes a veces no los entiendo y...

No la dejé terminar porque toqué el timbre de la casa varias veces, disfrutando la sensación de los botones fríos bajo mis dedos. Mi madre me riñó por tal acto, pero se calló abruptamente cuando Caroline —la madre de Blair— abrió la puerta con una gran sonrisa en sus labios rojos. Sus ojos verdes brillando con calidez.

Al instante, mi madre y yo nos enderezamos correctamente y le devolvimos la sonrisa, ya que Caroline Di Laurentis irradiaba elegancia y distinción con su sola presencia.

Si la mirabas detalladamente, podías notar el gran parecido físico que Blair tenía con su madre. Era casi una copia exacta de Caroline. Desde los expresivos y rasgados ojos verde esmeralda hasta su respingada y pequeña nariz. La única diferencia notable entre ellas era el cabello: Blair había heredado el color castaño oscuro, casi negro, de su padre, mientras que su madre tenía el cabello de un dorado ceniza.

Bad BehaviorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora