Capítulo XXI: Términos y condiciones

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Blair

La idea de fingir ser la novia de Hayes me parecía una maldita y estúpida locura, con todas sus letras. No había otra manera de llamarlo. Pero, aun sabiendo que esto podría traer más problemas que soluciones, una parte de mí comprendía que, a pesar de todo, podía ser un mal necesario.

Y Hayes... Hayes era mi mal necesario.

—De acuerdo —murmuré, girándome hacia él. Aún estaba sentado en mi cama, como desde hace media hora, cuando habíamos empezado esta absurda discusión—. Si vamos a hacer esto, más vale que lo hagamos bien. Tenemos que fingir bien.

—Yo sé fingir perfectamente —replicó con su habitual sonrisa burlona—. La que no sabe hacerlo eres tú.

—¿Ah, sí? —crucé los brazos, retándolo con la mirada—. A ver, levántate.

Hayes frunció el ceño, su expresión incrédula, pero luego se levantó, tan alto y confiado como siempre, aunque sus ojos revelaban un atisbo de curiosidad. Me acerqué lentamente hasta quedar a solo centímetros de él. Podía sentir su respiración y, a pesar de nuestra diferencia de altura, no me intimidaba tener que alzar la vista para mirarlo directamente.

—¿Qué estás tramando, insidiosa? —murmuró, divertido, pero había una leve tensión en su voz.

—Abrázame —le ordené.

Él parpadeó, sorprendido, y vi cómo sus ojos ambarinos se volvían más intensos, algo inquietos. Intentó reír para ocultar su incomodidad, pero no pudo evitar tragar saliva.

—¿Para qué...?

—Abrázame, Hayes —repetí, alzando una ceja con autoridad—. Vamos a ver si lo que dices es cierto.

Su mandíbula se tensó, pero, sin romper el contacto visual, lentamente deslizó una mano por mi cintura. Pude sentir su toque firme y cauteloso sobre mi piel desnuda, justo donde mis vaqueros de tiro bajo dejaban espacio entre el top negro ajustado. El calor de su mano contrastaba con mi piel fría, provocando un ligero escalofrío que no quise que él notara.

Por un instante, ninguno de los dos dijo nada. La burla en sus labios había desaparecido, dejando en su lugar un silencio incómodo que se coló entre nosotros. El aire se sentía espeso, cargado de algo que no lograba identificar del todo, aunque sabía que era yo quien había provocado la cercanía. Mi corazón tamborileaba en mi pecho, y aunque intenté ignorarlo, la realidad era que su cercanía me estaba afectando más de lo que esperaba.

Con cuidado, puse mis manos sobre sus hombros, no obstante, en cuanto lo toqué, Hayes se puso tieso como una tabla, tan rígido que por un segundo pensé que lo había convertido en una estatua. Su mandíbula se apretó, y pude ver las venas y tendones de su cuello como si fueran cuerdas tensadas al límite.

—Hazlo bien —le pedí cuando seguía tieso como una piedra.

Lo miré, esperando que cooperara, pero noté que desviaba la mirada, claramente incómodo. Después de un segundo eterno, finalmente giró los ojos hacia mí, pero no con la suavidad que esperaba, sino con una mezcla de desesperación y sufrimiento.

—Lo estoy haciendo.

—¿Ah, sí? —arqueé una ceja—. Porque, de este ángulo, parece más bien que estás tratando de sobrevivir a un estado de shock o... ¿quieres ir al baño?

Él me lanzó una mirada asesina, que me hizo reír por primera vez en todo el día.

—Qué graciosa —gruñó entre dientes, claramente ofendido.

Bad BehaviorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora