Capítulo II: Maldita insidiosa

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Hayes

Si había algo que mataba mi espíritu y ganas, era tratar de hacer un esfuerzo cuando estaba exhausto y cansado de todas las maneras posibles. Y con ello, me refería, a tener que ser partícipe de la dichosa cena con la familia Di Laurentis cuando había estado matándome entrenando casi toda la tarde durante horas.

Había estado entrenando casi todos los días ese año porque muy pronto sería el NBA Draft Combine y tenía que estar preparado para cualquier escenario que me involucrara. El evento anual organizado por la NBA donde los jugadores elegibles para el draft se sometían a diversas evaluaciones físicas y de habilidades.

Este evento permitía a los equipos de la NBA evaluar a los prospectos de manera más detallada y compararlos directamente, lo cual era crucial tanto para los jugadores como para los equipos, ya que brindaba una plataforma para mostrar talentos y capacidades, y permitía a los equipos tomar decisiones más informadas durante el draft.

Me sentía afortunado de que la NBA me hubiera elegido entre sus mejores prospectos para participar en el evento; eso significaba que estaba haciendo bien las cosas.

Mi sueño era que me escogieran, y no podía perder esa oportunidad por un mínimo descuido y falla de mi parte.

Era la única y gran oportunidad. Así que debía mantenerme enfocado en mi meta y ser constante con mis entrenamientos. Pulir y mejorar mis movimientos, ataques y técnicas era fundamental para que se interesaran en mí y me eligieran en la noche del Draft. No era opcional no hacerlo. Eso, al igual que, no era opcional no asistir a esa bendita cena que habían organizado nuestras familias.

Si o sí tenía que estar sentado en esa mesa con una sonrisa pintada en mi rostro aunque los músculos me dolieran de tanto entrenar. Las cenas con la familia Di Laurentis no se podían no asistir. Para mis padres eran sagradas.

Me estiré una vez más e hice tronar mi espalda antes de colocarme la camisa blanca que mi madre me obligó a ponerme para la cena. La verdad estaría mintiendo si dijera que me gustan estas comidas en las que viene la familia Di Laurentis a casa, pero siendo totalmente honesto, tampoco es que me desagraden.

En cierto punto, siento que me ayudaban a liberar bastante el estrés. Sobre todo, aquel estrés que había acumulado entrenando. Claramente con el liberarlo, me refería a molestar a Blair.

«Blair, Blair, Blair»

Ella desde que la conocí ha sido una chica insoportable y fastidiosa. No ha cambiado nada con los años. Absolutamente nada.

Nuestros padres tienen una sociedad de medios de comunicación desde hace cuatro años, y conocí a Blair desde que comenzaron a trabajar juntos. Nuestra familia se hizo unida, sin embargo, eso no nos incluyó a nosotros. Para nada.

Tenía dieciséis años cuando la vi por primera vez en una cena. En ese tiempo Blair llevaba su pelo castaño oscuro hasta los hombros y sus facciones eran más aniñadas. Ella tenía diecisiete años en ese entonces y a pesar de que sus padres la presentaran como una chica madura y educada, la verdad es que era todo lo contrario.

Todo el tiempo estuvo hablando por mensaje con su novio de ese momento en casi todo el transcurso de la cena. Y cada vez que sus padres me preguntaban sobre mi capitanía en el equipo de baloncesto de la escuela, ella no paraba de voltear los ojos y hacer muecas de desagrado al frente mío sin siquiera molestarse en disimular.

Claro, todos pensarán: "Era solo una adolescente, no te puedes dejar llevar por acontecimientos de hace cuatro años" pues déjenme decirles que la insidiosa de Blair Di Laurentis sigue siendo igual.

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