Capítulo XXIII: Maestros del engaño

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Blair

El sol de las nueve de la mañana apenas comenzaba a calentar el aire cuando Hayes llegó puntual a recogerme. Su Jeep Wrangler Rubicon roja relucía mientras salía de casa y lo veía en el volante, mirando su celular. Todavía no me había acostumbrado a la idea de que ahora éramos "pareja", aunque solo fuera de mentira, y no podía evitar sentir una punzada de incomodidad.

—Estás nerviosa —declaró, alzando una ceja cuando me subí al coche y despego su vista de la pantalla.

Su tono era desenfadado, pero sus ojos ámbar me escanearon como si intentara desentrañar algún secreto oculto en mi expresión.

—No lo estoy —respondí rápidamente, acomodando mi bolso sobre las piernas como si ese gesto pudiera ocultar mi inquietud.

Sonrió, esa sonrisa ladeada que tanto detestaba, porque siempre me hacía sentir que sabía algo que yo no. Llevaba puesta su chaqueta del equipo, como siempre, y en la parte trasera de su auto reposaba su bolso de entrenamiento. Su cabello, todavía húmedo por la ducha, caía desordenado, y el aroma de su loción llenaba el interior del jeep, envolviéndolo todo.

No dije nada más durante el camino, pero el silencio entre nosotros lo llenaba la voz de Kendrick Lamar siendo tarareada por él con Money Trees. Suspiré, apoyando mi cabeza en la ventana. Si íbamos hacer esto al parecer tenía que acostumbrarme a su ruidosa música. Al llegar al campus, mi estómago se hizo un nudo. Todo parecía normal, pero sabía que, en cuestión de minutos, los rumores empezarían a correr.

Había pasado tanto tiempo construyendo una muralla alrededor de mi vida, y ahora, con Hayes a mi lado, todo ese esfuerzo estaba a punto de derrumbarse. Además, mis sentidos aún estaban alerta por lo de Ryan y Reed. Con solo pensar en encontrármelos mi estómago se revolvía como nunca.

—Okay, hora de meterse en personaje —murmuró Hayes con una sonrisa burlona mientras apagaba el motor y salía del coche.

Abrió la cabina de atrás para sacar su bolso. Yo me quedé unos segundos más, respirando hondo antes de salir.

—Recuerda las reglas —le advertí en cuanto llegamos a la acera, ajustándome mi chaqueta de jean encima de mi vestido negro como si ese acto me diera algo de control sobre la situación.

—Relájate, insidiosa. Todo está bajo control —me pidió, pero antes de que pudiera replicar, ya me había rodeado con un brazo la cadera, acercándome a él.

El contacto fue inmediato, y aunque no era invasivo, sentí que todo el campus se giraba hacia nosotros. Mi corazón empezó a latir más rápido, como si todo el mundo estuviera mirando y esperando el momento en que cometiéramos un error.

Caminamos por el campus en dirección a mi facultad. Varios estudiantes nos lanzaban miradas curiosas, otros susurraban entre ellos, y algunos, los conocidos de siempre, directamente se detuvieron a observarnos con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Pasé mi brazo alrededor de su torso y arrugue su chaqueta entre mis dedos, nerviosa, al notar el escrutinio incesante de la gente.

—¿Qué miran tanto? —pregunté en voz baja, tratando de no dejar que los nervios se notaran demasiado.

—Tranquila —respondió Hayes, como si fuera lo más obvio del mundo— Solo céntrate en mi mano.

Ajustó su palma en mi cadera, acercándome a él con seguridad como si quisiera transmitirme aquello a través del contacto. Al parecer, sirvió porque cuando llegamos a mi casillero, la ansiedad no me asediaba como pensé que lo haría.

—Tienes que relajarte, Blair —habló Hayes en un susurro, mirando hacia los lados con una sonrisa— No sirve de nada preocuparse por lo que piensen.

Bad BehaviorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora