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Roseanne

Un fuerte pinchazo en la mejilla me saca de la oscuridad de mi mente. Mis ojos se abren de golpe cuando alguien vuelve a abofetearme la cara. 

Esta vez, es lo suficientemente fuerte como para que mi cabeza se sacuda hacia un lado. 

¿Qué demonios? Tardo un momento en entender lo que está pasando. 

Mi visión se centra en el rostro de Lisa, que frunce el ceño hacia alguien a mi derecha. Siguiendo su mirada encuentro a Quan, el instructor, arrodillado en el suelo a mi lado. Tiene la mano levantada, a escasos centímetros de mi cara. Entonces me doy cuenta de que los dedos de Lisa rodean la muñeca de Quan como si acabara de evitar que me abofeteara por tercera vez. 

Debo haberme golpeado la cabeza porque es imposible que esté viendo bien esta situación. 

Lisa aparta la mano del instructor y el hombre que se supone que nos está enseñando se pone en pie como si tuviera miedo de su alumna. 

—Hay que llevarla al médico para que la revisen—dice Quan.

—Está bien—responde Lisa como si estuviera al mando. 

—Sí, pero todavía tengo que llevar su culo al médico. Responsabilidad civil y esas cosas. No voy a perder mi trabajo por algo pequeño— 

—Está bien, de acuerdo. Yo la llevaré—ofrece Lisa. 

No—grazno, intentando incorporarme. Siento la garganta como si alguien me hubiera metido un cristal aplastado—No necesito ir al médico. Estoy bien—En realidad no lo estoy, pero la idea de estar a solas con Lisa me hace ser consciente a través de mi mareo. No puedo imaginarme lo que podría hacer si estuviéramos a solas después de lo que acaba de pasar en una habitación llena de gente. Mi mejor opción es poner toda la distancia posible entre nosotras. 

—No tiene sentido. Estaré encantada de llevarte—Lisa me guiña un ojo. 

Imbécil. 

—He dicho que no—Me muevo para ponerme de pie, todavía un poco desorientada. Me tambaleo sobre mis pies y Lisa tiene la audacia de agarrarme del brazo. Casi como si fuera una buena samaritana ayudándome a levantarme del suelo y no la que acababa de ahogarme hasta la inconsciencia. Me quito el brazo de encima en cuanto me levanto, pero el rápido movimiento me hace girar la cabeza y me hace balancearme de un lado a otro como una hoja en una tormenta. 

Lisa me rodea la espalda con su brazo y me atrae hacia su lado para estabilizarme. Sea cual sea el juego que está jugando, quiero salir de el. 

—Sí, definitivamente me la llevo—anuncia Lisa. 

Quiero protestar y pedirle al profesor que me mantenga aquí pero él hará todo lo que Lisa le pida. Aprieto los labios en una fina línea y me trago las palabras que quiero decir. Como si fuera una niña, Lisa me acompaña fuera del gimnasio y hacia uno de los pasillos vacíos. 

—Yo me encargo a partir de aquí—le digo bruscamente en cuanto nos quedamos a solas. 

—No lo creo. Tienes que ir a ver a un médico y que te revise la cabeza y yo necesito que la enfermera me mire el cuello donde me mordió una gata salvaje y los brazos donde me arañó ese mismo animal— 

—El único animal aquí eres tú. Lo único que hice fue protegerme—gruño, queriendo hundir mis uñas en su cara. 

—¿Estás segura? Podría jurar que estabas frotando tu culo en mi entrepierna como una gata en celo— 

—Estás alucinando— 

—Y tú eres fuerte—contesta—Me pones la polla un poco dura, pero no tanto como cuando te desmayas. Me gustas más cuando no hablas ni te mueves. Eres como una muñeca con la que puedo jugar—No puedo creer que haya dicho que era atractiva de alguna manera. Sabía que la oscuridad acechaba en el interior de las mujeres como ella, pero nunca preví que se dirigiera a mí. 

Snitches get stitches (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora