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Roseanne

Pasa una semana sin que Lisa venga. Cumple con su parte del trato y alguien, probablemente el conserje, viene y arregla el fregadero un día mientras estoy en clase. 

Todas estas cosas hacen que estar aquí sea un poco más soportable. 

No había forma de mentirme. Me estaba ayudando y lo odiaba, pero sobre todo odiaba necesitar su ayuda. Sin ella, no estaba segura de cuánto tiempo más podría quedarme aquí, y con la advertencia de mi madre sobre lo insegura que era afuera de Inferis, no podía irme exactamente. Era soportar el infierno aquí o arriesgarme a la muerte ahí afuera. A veces, la muerte parecía una mejor opción. 

Unos fuertes golpes me sacan de mis pensamientos y levanto la vista del libro que tengo en la mano. Los golpes significan que no es Lisa y por mucho que desconfíe, decido bajar de la cama y abrir la puerta de todos modos. 

En cuanto abro la puerta y veo quién está al otro lado, me planteo darle un portazo en la cara. 

—¿Me vas a dejar entrar?—pregunta Lisa, agitando una botella de vino en mi cara y sosteniendo dos vasos de plástico en la otra. 

—¿Por qué has llamado a la puerta si tienes la llave para entrar?—Mis defensas suben, sobre todo con su golpeteo sorpresivo y la botella de vino en su mano. Está loca si cree que voy a tomar un sorbo de ese alcohol en su presencia. 

Sus labios se inclinan hacia los lados. 

—Me gusta mantener las cosas interesantes—

Intento ignorar su aspecto, de pie, apoyada en el marco de la puerta tan despreocupada con sus vaqueros y su camiseta negra. Su olor llena mis pulmones cuando lo respiro y un calor se instala en lo más profundo de mi vientre. No. No caigas en su red. 

—No—respondo y sacudo la cabeza como si intentara despertarme de esta pesadilla interminable. 

—No ¿Qué?—

—No, no puedes entrar—

La sonrisa desaparece de su rostro y algo oscuro y siniestro se apodera de sus rasgos. 

—Eso sería una buena respuesta si te lo pidiera, pero es una nueva semana y una nueva semana significa que se me permite una hora de tu tiempo, en la que harás lo que yo digo, sin importar qué—

Cruzo los brazos sobre el pecho. 

—¿Y qué es lo que quieres?—

—Que tomemos una copa de vino juntas—Su respuesta es seca, sincera y no me gusta. Ni siquier aun poco, pero ¿Qué puedo hacer?

¿Negarme? No. Tenemos un trato y por mucho que quiera decirle que puede meterse esa botella de vino por el culo, no lo hago. 

—Bien, pero un trago y eso es todo— 

Lisa me empuja y entra en el dormitorio mientras cierro la puerta, encerrándonos dentro. Hemos estado solas en esta habitación muchas veces, pero esta noche es diferente. No puedo precisar de qué manera, pero lo siento en mis huesos. Algo malo va a ocurrir. 

Colocando los vasos plásticos sobre mi mesa, Lisa nos sirve un vaso a cada una y me pasa una. Sus dedos tocan brevemente los míos y un rato me atraviesa. 

—Salud—Sonríe y se lleva la copa a los labios, dando un trago al líquido rojo. 

Miro hacia abajo en mi vaso, tratando de reunir el valor para tomar un trago. La mirada penetrante de Lisa no ayuda. 

—Bébelo. O el trato se cancela y puedes volver a valerte por ti misma—Sus rencorosas palabras hacen que me lleve el vaso a los labios y tomo el líquido rojo. El sabor amargo golpea mis papilas gustativas y mis labios se fruncen. 

Snitches get stitches (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora