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Lisa

Roseanne ha vuelto a evitarme a toda costa y me está cabreando mucho. Una parte de mí sabe que tiene razón. Nos estamos acercando demasiado, pisando aguas peligrosas. En mi cabeza, tiene sentido mantenernos alejadas pero el resto de mí la anhela demasiado... anhela el control que me da. 

Me siento en mi escritorio, cojo el portátil y lo abro. Estoy a punto de ver el video de la habitación de Roseanne cuando aparece una llamada de Skype en la pantalla.

Hago clic en el botón verde y un segundo después, la cara sonriente de Chiquita llena la pantalla. 

—¡Hola!—

—Hola ¿todo bien?— 

—Sí ¿Por qué? ¿No puedo llamarte más de dos veces por semana?—

—Puedes hacerlo. Sólo que estoy sorprendida porque sólo hablamos ayer— 

—Bueno ¡Te echo de menos! Y estoy aburrida. Además, estoy emocionada por verte pronto—Chiquita sonríe, haciéndome odiar lo que voy a decir. 

—Sobre eso... no estoy segura de ir— 

Su rostro decae. Su sonrisa feliz se convierte en un ceño fruncido. 

—¿Por qué?—La tristeza en su voz me hace un nudo en el estómago. Esta es exactamente la razón por la que he estado aplazando el momento de decírselo. 

—Es sólo un montón de viajes...— 

—No me mientras—suelta enfada, recordándome que aunque parezca dulce, sigue siendo una Manobal—Al menos dime la verdad—

La verdad... 

—No puedes decírselo a nadie—advierto. 

Chiquita pone los ojos en blanco. 

—Duh— 

—Roseanne se queda aquí y no creo que esté segura sin que yo esté cerca— 

—¡Lo sabía! ¡La amas!—

—¿Qué? No, no es así—Sacudo la cabeza—Se lo debo. Se lo debemos. Sólo se lo estoy pagando—miento a medias. 

No la quiero, pero es algo más que una simple deuda con ella. Ya le pagué el que salvara a Pharita cuando la traje de regreso a Inferis. 

—Claro, llamémoslo así—Sus labios se curvan en una sonrisa. 

—¿No estás enfadada?—

—Estoy decepcionada porque no podré verte, pero no estoy enfadada. Sobre todo ahora que sé la razón. Ya te lo dije; quiero que seas feliz. Y creo que Roseanne te hace feliz— 

—Feliz es una palabra fuerte. Digamos que calma la tormenta— 

—Bueno, eso es suficiente para mí ¡Espera! No creas que no venir te librará de comprarme algo bonito para Navidad. Todavía quiero mi regalo— 

Ahora es mi turno de poner los ojos en blanco. 

—Te enviaré un regalo. Quizá incluso dos como disculpa por no ir a casa. O tres, si se lo dices a mamá...— 

—Oh, no, no, no. Llámala y dile que tú también te vas de vacaciones— 

—¿Cuatro regalos?—

Niega con la cabeza pero frunce los labios como si lo estuviera pensando. 

—¿De qué tamaño de regalo estamos hablando?—

Snitches get stitches (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora