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Lisa

Miro fijamente la pantalla en blanco de mi teléfono. Las palabras CÁMARA APAGADA son lo único que me devuelve la mirada. Mierda. Roseanne debe haberlas encontrado. 

—El semáforo está en verde ¿sabes?—Chiquita se ríe desde el asiento del copiloto—¿A quién le mandas mensajes?—Intenta arrebatarme el teléfono de la mano pero soy más rápida y vuelvo a meter el aparato en el bolsillo mientras piso el acelerador. 

—No estaba enviando mensajes de texto. Sólo comprobaba algo— 

—Aparentemente nada bueno porque tu estado de ánimo ha ido de mal en peor—

—No te equivocas—La idea de no poder espiar a Roseanne mientras estoy aquí me tiene irritada y decepcionada—Necesito un trago ¿Has estado alguna vez en un bar?— 

—Claro. Papá a veces me deja en un bar de moteros de mala muerte en el centro y me recoge al día siguiente—bromea Chiquita.

—Bueno, este no será tan sórdido como estás acostumbrada entonces, pero sirven alcohol así que servirá—

Me meto con el coche en el aparcamiento de mi bar favorito. Sí, tengo diecinueve años así que técnicamente no soy legal para beber, pero cuando tu padre es quien es, la gente no comprueba tu edad. 

—¿Estás segura de esto? No quiero que te metas en problemas—

—Sólo tomaremos una copa. Nadie se meterá con nosotras aquí. Saben quiénes somos—

—De acuerdo—Chiquita asiente, pero el tono de su voz me dice que aún no está segura de esto. 

—Todo irá bien—le prometo—Sabes que no dejaría que te pasara nada— 

Mis palabras deben tranquilizarla porque sus labios se transforman en una sonrisa y se acerca al pomo de la puerta. 

—Muy bien, vamos a divertirnos—

Salimos del coche y nos encaminamos a la puerta principal. Entramos rápidamente en el bar, saliendo del gélido aire de diciembre. Chiquita se mantiene tan cerca de mí que debe parecer que está atada a mi lado. El local está poco iluminado pero con la música navideña que suena suavemente de fondo y las luces multicolores colgadas por todo el lugar, no se ve ni se siente tan mal. 

—Vaya, hay mucha gente aquí para ser Navidad y todo eso—dice Chiquita en voz baja para que sólo yo la oiga. 

—La verdad es que me sorprende que haya sitio en el bar. A la gente le gusta beber en vacaciones, sobre todo cuando tiene problemas familiares—explico. 

Nos conduzco a los dos únicos taburetes vacíos de la larga barra en forma de L. Chiquita acerca el taburete lo más posible al mío antes de sentarse. Un tipo se sienta al otro lado de ella pero cuando me reconoce, aparta su propia silla de nosotras, dejando a Chiquita con un gran espacio. 

—Uh... hola, soy Sherry—nos saluda nerviosa la joven camarera, apartando su flequillo de la frente mientras se obliga a sonreír—¿Qué puedo ofrecerles?— 


Tomaré cualquier bourbon de primera calidad que tengas, solo, y ella tomará un vodka de arándanos—Asiento la cabeza hacia Chiquita. 

Sherry mira a Chiquita pero no cuestiona mi elección de bebida para ella. Se aleja y empieza a servir nuestras bebidas con manos temblorosas. Veo cómo casi vuelca el vaso dos veces y me pregunto si nuestras bebidas llegarán enteras. Sorprendentemente, unos instantes después consigue ponerlas delante de nosotras sin que se derrame apenas líquido. 

Snitches get stitches (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora