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Dante.

Cuando estaba en el hospital pedí que insertaran un GPS en su cuerpo.

Todo fue gracias a Archie. Y solo nosotros sabemos en qué parte de su cuerpo está.

Esto lo hice con la intención de tenerla vigilada y protegida.

Por eso ahora mismo accedo al sistema para localizarla.

Podría contactar a Archie. Pero necesito despejar mi mente, debo sacarme la imagen de ella desnuda de mi cabeza...

O de lo contrario no podre hacer nada para disimular la erección.

Estoy posponiendo todos mis planes.

Por ella.

Por mi...

Angelina
(Angie)

—Archie...—Susurro intentando despertarlo.

Se ha quedado dormido en mi hombro.

—Archie... La película ya acabó.—Le tocó la mano, pero él la agarra y se la lleva a la boca dejando un intento de beso.

Hago una mueca.

—Arch...

—Angelina.—Dice ese nombre entre sueño.

Mi nombre.

Joder.

Menos mal que no hay nadie.

En cualquier otra circunstancia hubiera corrido peligro.

Lo golpeo un poco en el hombro y recién ahí reacciona.

—¿Qué pasó?—Pregunta asustado.

—No me soltabas. Y te dormiste en mi hombro.

—Ah... Lo siento—Se levanta y me ofrece su mano para levantarme.—Vamos. Nos vendría bien una cena.

Tomo su mano, accediendo.

Él nunca pregunta. Ordena.

Y aunque no soy fan de seguir órdenes. Sé que si le digo que no. Seguiría preguntando hasta que acepte.

Es perseverante.

Salimos del cine. Él me pasa su chaqueta.

El frío que hace no es normal.

—Dios. Tengo las manos congeladas...—Comento soplando mis manos para entrar en calor.

—Ajá.—Dice como si no le importará. Pero al instante toma mi mano.

—¿Qué haces?—Pregunto mirándolo hacia arriba.

La diferencia de estatura es mucha.

—Tienes frío.—Se encoge de hombros.—Mis manos están lo suficientemente tibias como para calmar el frío de las tuyas.

Lo dice como si eso fuese algo que lo hace cualquiera.

Tiene razón.

Sus manos son bastantes acogedoras.

—Yo creo que es mejor que preparemos la cena en mi casa.—Propongo.

Él me lanza una mirada y sonríe.

—No. Pervertido no lo dije con esa intención.—Ruedo los ojos.

—Yo no dije nada.—Comenta riéndose.

—Pero lo pensaste.

—¿Desde cuando puedes leer mi men...?

—Angelina.—Una voz nos interrumpe.

Miro hacia delante y lo veo.

Él...

Está aquí.

Me encontró...

Mi mente empieza a recordar todo y mi pulso se acelera.

InfernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora