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Dante.

Su cuerpo se desvanece en mis brazos, veo como su pecho sube y baja. Al ver sus pies lastimados, su cara llena de lágrimas, y su ropa rasgada me hace querer volver y torturar a ese idiota.

La tomo como una novia y noto que no pesa casi nada.

Dios.

¿Acaso ha estado comiendo bien?

Me encargaré de eso.

Camino con ella en brazos hasta mi auto, la dejo en el asiento y me quitó mi camisa para colocarla en ella, procurando que nada indebido se vea.

No quiero que se sienta amenazada por mí, a pesar de lo que hice, tiene que saber que no le haré daño.

...

Luego de un largo viaje agotador llegamos a mi casa. La dejé en una cama y con un paño húmedo limpie sus heridas de los pies, me asegure de colocarle algo abrigador, y aunque mi intención era bañarla decidí que lo mejor para ella, debido a lo que pasó con ese idiota, es que haga todo ella misma, no quiero que se sienta pasada a llevar.

Una vez ella se queda descansando mando un rápido mensaje pidiendo que me llevarán al idiota al calabozo que tengo.

Ahí me esperará...
Esperará su muerte.

Cuando me desocupo de eso me dirijo a la cocina y lavo mis manos, luego camino hasta la nevera y saco todo lo necesario para hacerle una rica comida.

Saco el pollo y unas cuantas verduras, sé que esto le ayudará a reponerse, corto las verduras y luego empiezo a juntar todo.

No sé cuánto tiempo paso cocinando, pero cuando termino me encuentro con Angelina descalza detrás de mí.

Su pelo está mojado, y está con una de mis camisas.

Dejo los platos en la mesa y me intento acercar, pero retrocede al instante.

—¿Por qué...?—Ve que hay un cuchillo al lado mío y traga nerviosa— ¿Por qué sigo viva?—Termina de decir.

—¿Prefieres que te mate?—Pregunto levantando la ceja.

Sus ojos se abren con miedo.

Ella realmente cree que soy capaz de matarla, y aunque a veces me halaga que me crean amenazante, ahora no es de esas veces.

—Sí, prefiero que me mates ahora a qué me tortures en vida.—Dice decidida.

Veo que se acerca al cuchillo, pero soy más rápido y lo tomo.

Ella toma mi mano y la fuerza a colocar el cuchillo en su pecho.

—Vamos... Hazlo, haz que acabe esto luego, soy inocente no merezco una muerte sádica.—Susurra ejerciendo fuerza en mi mano, y la punta del cuchillo queda a nada de clavarla.

Intento controlarme y dejo que el cuchillo toque su piel, dejando que ella tome una decisión.

Sé que no será capaz.

Pero quiero ver qué tan lejos llega.

—Empuja.—Dice con lágrimas.—Clava ya el maldito cuchillo.

—¿De verdad quieres eso?—Pregunto tomando con mi mano libre su cabello acercando su cara a la mía.—¿De verdad quieres que te mate?—Hago presión en el pecho, hasta que el cuchillo logra pasar la primera capa de la piel.

Sé cuando tengo que detenerme, no pienso llegar a la tercera capa de la piel.

—Prefiero morir ahora, con el cuchillo en el corazón a qué desempeñes tus fantasías sádicas en mí.—Dice tan convencida que me hace duda si ella será capaz de hacerlo.

Ella hace un movimiento rápido y siento como suelta un gemido de dolor.

Mierda.

Veo el cuchillo, se ha clavado más de lo planeado.

Mierda.

Le hice daño.

Suelto el cuchillo haciendo que caiga al suelo dejando el sonido sordo del metal contra el suelo de mármol.

—¿¡Estás loca!?—Digo al ver un poco de sangre salir de la herida.

No es profunda pero si lo suficiente para causarle molestias.

—Mátame idiota. Antes que empiece con alguna clase de ataque neurótico y yo sea la que acabe contigo.—Susurra entre un gemido de dolor.

Su piel blanca de la zona está con un tono carmesí.

Con la mano en su cabello la acerco a mí, haciendo que nuestras caras queden a solo centímetros.

—En tu puta vida vuelvas a hacer eso.—Susurro enojado.—No me hagas hacerte daño, realmente no me quieres conocer cuando me convierto en el mismo diablo.

—¿De verdad no te conozco como diablo? ¿Acaso cuando me hiciste arder en llamas no eras el mismo diablo en persona?—Resopla sin humor.—Es ridículo que te preocupes por no hacerme daño cuando hace nada intentaste matarme de la manera más espantosa... Así que te pido ahora que no seas un puto cobarde y me mates de una vez por todas, no pienso vivir en suspenso esperando a que me ataques por las espalda, hazlo ahora.

—No te haré daño.—Acerco más nuestras caras con el agarre firme que tengo en su cabello.

—Lástima que ya lo has hecho.—Intenta alejarse, pero no la dejo.

—El daño que te hice no es nada comparado a lo que hago usualmente.—Digo sin poder dejar de mirar sus labios.

Tengo unas ganas incontrolables de morder su boca.

—Vaya, me siento halagada.—Resopla con ironía.

Miro su herida y decido por fin soltarla, causando un frío en mi cuerpo.

—Espérame arriba, te llevaré tu comida y limpiaré tus heridas.—Me doy vuelta concentrándome en cualquier otra cosa para despejar mi mente.

—No... ¿Acaso tú?

—Basta.—La interrumpo.—¿Realmente quieres que use el chantaje contigo?

Siento como unos pasos suben las escaleras y por fin me relajo.
Esto va a ser complicado con ella jugando con mis nervios.

InfernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora