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Angelina.

Estoy sentada en la cama cuando él aparece con un plato con sopa, que huele genial, por cierto.

—Ten.—me entrega el plato con el cubierto.—Ve al escritorio a comer, yo voy al baño y vuelvo.—Dice para luego entrar al baño.

Yo le obedezco, y no por qué quiera, sino porque sé que el escritorio será más cómodo para comer que la cama.

Me siento y observo la comida, intentando ver si hay algo sospechoso, algún alfiler fácil de tragar, algo descompuesto o veneno...

—Puedes comer, no tiene veneno.—Su voz aparece nuevamente haciendo que me asuste solo un poco.

—No confío en ti.—Digo.

Él se acerca a mí, con algodón y alcohol en las manos. Pero lo deja en el mueble y toma la cuchara y se la lleva a la boca dando un bocado de su sopa.

—¿Ves? No tiene veneno, ahora come.—habla sin humor alguno.

—Ensuciaste la cuchara con tu baba, que asco.—Digo para hacerlo enojar.

—No pongas más malditas excusas y come. No lo volveré a repetir.—Dice y se agacha ante mí.

Tomando algodón y alcohol empieza a curar las heridas de mis pies.

Realmente me duelen.

Y odio ver qué están con sangre y magullados, por eso, dejo que me cure.

Mi estómago ruge con fuerza haciendo que la vergüenza se haga presente.

No hace falta mirar a Dante para saber que me está dedicando una mirada casi mortal.

Antes de que mi estómago vuelva a sonar, decido probar su comida.

Dios...

Esto realmente sabe sensacional.

Miro a Dante y veo que está concentrado en mis pies, hasta ahora la curación no ha Sido dolorosa como pensé que sería.

Dejo de comer cuando siento un gran dolor en mi estómago bajo.

—¡Mierda!—Me quejo.

Esto es increíble.

Justo tenía que ser ahora, justo ahora...

Joder...

—¿Estás bien?—Dante me mira fijamente.—¿Te duelen tus heridas?

Niego ante su última pregunta.

—Duele.—Susurro.—Duele mucho.—Llevo mis manos a mi abdomen bajo.

Siempre que me toca este día del mes es igual, los dolores son insoportables.

—Habla conmigo ¿Qué te duele?—Pregunta preocupado.—Angelina.

Su voz me hace mirarlo.

—Es... Mi periodo.—Digo en voz baja.

Él se levanta de golpe y va al baño. Escucho como corre el agua y vuelve.

—Deje la tina llenándose, iré a comprar, date un baño mientras vuelvo.—Ordena mientras llega a mí de nuevo.—¿Necesitas ayuda para llegar a la tina?

Niego.

—¿Segura?—Mira mis pies.

—Segura, vete.—Añado adolorida.

—Espera.—Se detiene.—¿Qué usas? Copa menstrual, toallas sanitarias...

—Tampones.—Contesto a secas.

—No, eso no.

—¿Qué? ¿Por qué no? Los ocupo desde...

—¿Acaso no te informas?—Parece enojado.—A una mujer le amputaron la pierna por su uso, y se comprobó que uno de sus componentes es el arsénico.

¿Cómo mierda sabe todo eso?

—Yo... No lo sabía.

—Bien, yo veré que te compro, cuando vuelva quiero que te hayas comido toda tu sopa, y estés lista.

—Espera.—Lo detengo.—N-no me dejes sola... ¿Y si él me encuentra?

—Te tendré vigilada, nadie que no quiera morir pisará los alrededores de mi casa.—Contesta antes de salir.

Dios, realmente mi vida es una mierda ahora mismo.

InfernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora