Capítulo 2

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Título: 𝑪𝒊𝒆𝒈𝒐

-¿Liebing?. -

-Si. - Liebing parecía estar incómodo, le pareció un tanto ofensivo y extraño que su joven maestro no se acordará de su nombre. Había tratado con él desde que se mudo a la villa de su maestro principal sin embargo, ahora lo tratará como un simple desconocido.

Su joven maestro no le dio tantas vueltas como esperaba, dio las gracias y se levanto pensativo. Quizo seguir conviviendo con él, pero no era recíproco.

Al final, se sentó en la gran sala, estaba hundido en sus pensamientos eran tan salavajes como crueles, no perdonaría a los que le hicieron esto. Con desagrado miro hacia su parte baja, hizo una mueca de asco al pensar que era tan pequeño, sus músculos habían desaparecido quedado una cintura envidiable, eso lo ponía enojado ya que ahora se ve como aquellos que follaba. Al estar en coma naturalmente perdería peso pero no esperaba un cambio extremo, además que ahora estaba sufriendo una cirugía estética extrema.

Le sorprendía qué el cambió no doliera mucho, pero si sentía cierta incomodidad. Al parecer su nariz que también fue cambiada, percibía más olores, un olor a lotos en el ambiente lo irritaba, había sacudido su mano como abanico para dispersar el olor pero no se iba, descubrió que él era quien olía de tal manera.

Suspiro por enésima vez y dejó caer su cabeza para atrás. Esta frustrado, cansado y enojado, quería asesinar a todos lo que se metieron con él, empezando con el pequeño bastardo qué lo traicionó. Sintió un ligero piquete en su corazón, lo traicionaron y justo la persona que confío por primera vez, se preguntaba en que había fallado, era un gangster pero creía que había peores que él, era temido lo que no era igual que ser respetado.

Sin dudas era una basura. - Que tontería. - de nuevo sus dedos se movieron su dedo índice contra su pulgar y lo vio. Su mano tenía una argolla en su dedo anular.

Lo miró extrañado, no recordaba tener anillos, era tan fan de los anillos sin embargo ahora tiene uno. Sin interés se lo quito y lo tiro en la mesa central, justo cuando lo estaba haciendo Liebing estaba llegando viendo que estaba tirando el anillo. - Joven maestro. - exclamó estupefacto.

-No me gustan los anillos, aun que son buenos para golpear. - esto último lo susurro. Liebing se acercó rápidamente y tomó el anillo con cuidado para devolverselo rápidamente a su joven maestro.

-Lo puede perder Joven maestro, por favor guárdelo. -

-No es como si tuviera mucho valor, solo guárdalo, ¿lo quieres? Te lo regalo. - cerro los ojos con cansancio, restándole importancia al asunto. Liebing se sobre salto, negó de inmediato.

-Joven maestro, puede que este enojado con el maestro pero por favor no se quite el anillo. -

-¿enojado? De que hablas. - estaba desentendido, Liebing lo miro con suma preocupación sosteniendo el anillo frente a él. - No entiendo por que estas tan preocupado. - Con desinterés tomo el anillo con dos dedos. - Es solo un anillo. -

Al ver que la expresión de Liebing no cambiaba, miro el anillo con más atención, era simple pero tenía un toque de elegancia. Se podría decir que tenía buen ojo, pues en su carrera como mafioso lo requeriría, así sea hasta identificar una piedra preciosa a una falsa, el anillo que tenia en la mano era hecho de oro rosa, tenían piedras que al parecer eran diamantes pero no estaba muy seguro, eran diminutas pero bonitas haciendo una flor de loto. No tenía grabados, no tenía nada que le gustará sin embargo, el anillo era romántico y lindo, tal vez a la vista de otras personas podría ser exagerado y llamativo.

Dio un suspiro ya que una ola de emociones llegó de repente. Ese anillo lo había visto en algún lado. - Lo guardaré ya que creo que es importante. -

Liebing guardó silencio y asintió ya menos preocupado, pero aún así no estaba tan preocupado por el anillo si no por su joven maestro, estaba actuando extraño además que se quería deshacer del anillo de matrimonio. Sus pensamientos fueron interrumpidos ya que vio a su maestro levantarse. - Joven maestro. -

Esta tan asustado como confundido, se tornó de un color pálido, dirigió su vista hacía la de su maestro. Su vista se poso hacia el muro destacado de la habitación, los dos hombres con trajes plateados hecho a medida y al perecer felices impactaron los ojos de su maestro.

-¿Quienes... Quienes son esos?. - su joven maestro señaló la gran foto que estaba enmarcada en la pared, su mano temblaba y su voz era dispersa.

Liebing trago saliva al darse cuenta del estado de su joven maestro. - Joven Maestro. -

-¿¡Qué diablos!?.- mira a Liebing, su mirada estaban llenos de conmoción e ira. - ¡Dime que diablos estoy haciendo ahí!, ¡QUE MIERDA!. -

-Jo... ven maestro. - Liebing estaba tan asustado y preocupado, no sabia que decir hacía eso.

-¡TE ESTOY PREGUNTANDO POR UNA COSA!. -

-Joven Jiang. - detrás de él sonó una voz clara y sería, se dio la vuelta con claro enojo además que le produjo un escalofrío. Se topo con un hombre alto y atractivo, el cabello era brillante y moderadamente corto, las facciones del rostro eran masculinas y hermosas, vestía con un traje blanco qué le lucia bastante bien, con su llegada también trajo un olor peculiar, tan aromático que le empezó a doler la cabeza además que sintió débiles sus piernas. El hombre se acercó y se puso a unos cuartos pasos de él, tenía una postura buena lo que hacía que lucirá sumamente alto para él, el pecho en alto como todo un hombre y hombros rectos, sintió cosas inexplicables pero también se sintió extrañamente humillado.

¡Él debería licuar así, no como un débil como su apariencia!.

-Joven Jiang, le pido que no grite a Liebing, él no tiene la culpa que cambie de parecer. - La voz del hombre era clara y concisa, además le daba la impresión que estaba molesto con él. - Así que por favor, respete a Liebing. -

Quien se creía este idiota al mandarlo, es cierto que había cambiado de cuerpo pero su mente seguía intacta. Sin esperarlo Liebing intervino. - Mestro Lan, por favor no se enoje con el joven maestro Jiang, a estado muy raro este día, disculpelo. -

Miro a Liebing que estaba detrás de él, le lanzó una mirada diciéndole que no necesitaba su ayuda para después mirar al bastardo qué estaba enfrente. - ¿Cómo te atreves a hablarme así?. -

La cara del sujeto cambio a un poco de asombro, sus cejas serena se fruncieron. - Jiang.... -

-Te recomiendo que no me hables así, ¿quieres amanecer en una zanja, ha?. - no oculto el desagrado qué sentía hacia el qué está enfrente. - Arrodillate si no quieres morir, bastardo. -

Los rostros de los presente se puso pálida por las palabras del joven, el de blanco nunca había sentido tanta impotencia y confusión. - ¡Jiang Cheng, se que la esta pasando mal, pero no tienes ningún derecho de desquitarte con otras personas!. -

Y... Dejo de escuchar, algo del sujeto que tenia enfrente le llamo la atención. Su apariencia se le hacía conocida, miró despreocupadamente hacia el cuadro de la sala y ahí estaba, junto al sujeto y su nueva apariencia, pero también sentía que ya había visto eso en una imagen específicamente.

Una imagen, pero la sensación de sus dedos era de papel, sus ojos se agradaron cuando se dio cuenta donde lo había visto. "El sustituto es el mejor" ¡vaya título de mierda!.

Una novela que nunca terminó pero que adivino el final predecible, esa imagen era una ilustración de la novela, ¡él era el verdadero y un carne de cañon!.

El villano es solo la carne de cañon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora