Capítulo 23: Hospital

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Danilo

Estaba caminando por la calle cuando de pronto escucho a una chica quejarse de dolor.

Me escondí detrás de una pared para asegurarme de lo que había escuchado y ayudar si hacía falta.

- ¡Para por favor! ¡Para! - dijo ella gritando.

- ¡Sos una gila! ¡No servís para nada! ¡Nunca nadie te va a querer! - dijo el chico.

- ¡Para Hernán! - dijo ella.

¿Hernán? ¿El mismo que yo conozco? Si era así, tenía que ir deprisa, porque ese chico estaba mal de la cabeza.

Cuando salí de donde estaba escondido para asegurarme de lo que decían, vi que era el Hernán que conocía, y sin duda alguna fui a defender a la chica.

- Déjala en paz - dije sacándolo de encima de ella, ya que le estaba pegando puñetazos en el estómago y en la cara.

Lo saqué y lo empuje.

- ¿Qué haces tarado? - dije.

- Vete de acá, no tenes porque estar - dijo acercándose a mi.

- Déjala en paz - repetí.

Hernán rio y posó su mano en mi hombro.

- Ella todavía me ama a mí - dijo.

Yo me quedé quieto, no sabía a qué se refería. De pronto saca un fierro y apunta hacia la chica, que estaba tumbada boca abajo.

- ¡Para! - dije, pero ya era tarde.

Le disparo cerca del corazón.

Estaba apunto de pegar a Hernán, pero la chica con el golpe de la bala se movió, y pude ver su mano, esa mano yo la reconocería en cualquier lugar.

- ¡Elena! - dije acercándome a ella - ¡Despertate! ¡Elena!

Apoye su cabeza en mi pecho y llore mientras llamaba a la ambulancia y le decía donde estábamos ubicados.

Estaba intentando no llorar, pero se me hacía imposible.

Noté cuanto la quería ahora que la estaba perdiendo.

Llegó la ambulancia y bajaron una hamaca para llevarla, y yo sin pensarlo dos veces, subí con ella.

                                                   ...

Ya pasaron una horas desde que la llevaron a una habitación para hacerle revisiones, y yo estaba dando vueltas en frente de su puerta pensando en cómo estaría, y que debería de haber reaccionado más rápido, que todo era culpa mía.

Mientras estaba hundido en mis pensamientos, noté como alguien posaba sus manos en mis hombros. Era Lidia.

- ¿Qué pasó? - dijo preocupada.

Estaba apunto de contar la escena, pero cuando la recordé, solo me dieron ganas de llorar.

Ella me miró con cara de tristeza y me abrazó.

- No tenes que contar, da igual - dijo mientras me abrazaba.

Yo no podía evitar pensar en que debería de haber echo, que debería haber reaccionado más rápido, y si era posible, matar a Hernán.

Salió el médico, y nos dio la noticia que Elena estaba en coma.

En estos momentos fueron los que hicieron darme cuenta que puede ser que siga enamorado de ella, y que no me importaría volver.

Pasaban los días y ella seguía en el hospital, en coma.

Incluso los fin de semanas me despertaba temprano para ir al hospital y hacerle compañía, aunque ella mentalmente no me sienta a su lado.

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