Cap 5. Imbécil.

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MAYA


Hoy iniciaron mis clases. Estoy un poco nerviosa, no conozco a nadie, y mi padre consiguió mi cupo desde Estados Unidos. Ahora Max me acompañaría al school, pues todavía no conocía la ciudad y debería coger varios autobuses cuando saliera a clases.

Justo cuando iba para el colegio, llegaba de hacer ejercicio. Había notado que el idiota del amigo de mi hermano hacía ejercicio en las mañanas; le gustaba la música horrible, y cómo no darme cuenta si en estas dos semanas me despertaba con esa horrible melodía.

Prácticamente sentía como si hubiese muerto y estuviera entrando en el infierno. Bueno, ese era el sueño de todas las mañanas cuando ese ser ponía su música para hacer su desayuno y yo despertaba.

Me había dedicado a molestarlo lo más que pudiese; siempre me trataba con desprecio y creyéndose superior a mí, como si yo fuese un bicho raro que llegó a interponerse entre su paz y orden.

Porque esa pequeña cualidad también la había notado: todo estaba ordenado. Me había pasado un par de veces por su puerta, y su habitación era algo reluciente y pulcra.

Cuando llegamos al instituto, Max no se molestó en entrar conmigo, solo me dejó, dio la vuelta en su Toyota Corolla y se fue, dejándome sola ahí parada frente a un nuevo grupo de personas que ni siquiera conocía.

Caminé recta, dándome un poco de ánimos para no parecer un cachorro asustadizo. Podía ver a los grupos de alumnos acumulándose por sus gustos o formas: las chicas fresa o mimadas que se creían Barbies, las populares con su típico uniforme de porristas y los deportistas, los frikis y algunos que otros nerds, como los del club de ajedrez.

Cuando entro en el edificio, me quedo algo perdida en el recibidor, pues no sé a dónde ir. Siento un toqueteo en mi espalda, volteo y veo a una chica con algunas pecas en su rostro y lentes. Su cabello castaño está algo desordenado.

Hola —me saluda, y yo hago lo mismo.

Hey, hola, ¿quién eres? —pregunto, pues esta chica me genera curiosidad; parece de mi edad, pero está aún más asustada que yo.

Soy Candiss —carraspea—. El director me pidió guiarte por hoy —me dice, y sonrío, pues me alegra que en esta escuela sean tan considerados con los alumnos nuevos.

Ah, guau. Haberlo dicho antes. Pues entonces, vamos —le hago señas con mi rostro, y ella camina a mi lado.

Candiss me cuenta que también inicia su último año, al igual que yo. Sí, tengo 15, pero este fin de semana cumpliré 16. Lo malo es que no estarán mis amigos de Seattle para desearme un feliz cumpleaños, y pues aquí no tengo amigos.

Bueno, creo que Teo, sí, el portero del edificio de mi hermano; cuando me aburro, bajo y jugamos ajedrez mientras él trabaja.

Luego de que el secretario del director me diera la lista de mis clases, inicio mi día con Filosofía. Vaya, la clase súper aburrida como todas. Cuando entré en clase, fue de lo más incómodo; todos voltearon a verme, y lo peor fue tener que presentarme delante de mis compañeros.

Logré conocer a algunos chicos buena onda: Cart, Aiden, Luci, Mey y Roi... bueno, entre otros. Me llevé bien con varios; soy muy adaptable al ambiente, pues tuve que desarrollar este sentido con tantos cambios de domicilio y escuela. Ya no me fijo ni me molesta, pues hoy en día las redes sociales te permiten ser amigo del mundo y siempre sentirte cerca.

Aiden y Luci me invitaron a estudiar en su casa, pues hicimos grupo para matemáticas. El profesor nos salió tedioso y quiso arrancar con un gran número de ejercicios, según él, para repasar lo aprendido el año anterior.

Acepté encantada, pues no tengo amigos y pasar el día encerrada en casa con el odioso e imbécil del amigo de mi hermano, es horrible.

Cuando vuelvo a casa son más de las tres de la tarde, y quería dormir un rato antes de reunirme con Aiden y Luci.

Pero noto que el apartamento está sucio y desordenado, así que decido limpiar y mover un poco mi trasero.

Mientras limpio, me alegra que no esté el idiota; y, feliz por eso, pongo a Alexa a todo volumen con reguetón y empiezo.

Pero a mitad de camino siento como Alexa se apaga. Volteo y ahí está él, con cara de pocos amigos como siempre. Le reclamo.

Oye, ¿qué haces? Tenía buena música.

Estás loca. Mira el desastre que hiciste. Espero que dejes todo tal y como está. No me gusta que muevan cosas sin consultarme —me dice de manera superior, cosa que me molesta. ¡Debería agradecerme!

Oh, Maya, muchas gracias por asear la casa y ahorrarnos el dinero del servicio...

No, tranquilo. Oh...— (Pienso cómo es que se llama. La verdad es que nunca me ha interesado aprenderme su nombre).

Tú; esto es con gusto —le respondo sarcástica.

Eres un gilipollas —termino.

Primero que todo, no soy “Tú”, soy Cameron West. Y qué se puede esperar de una mocosa insolente como tú. Aprende a respetar a tus mayores, si aún debes de orinar la cama —me dice enojado, además de llamarme miona, el idiota este que ahora sé que se llama Cameron.

Pero no me deja seguir discutiendo a gusto. Soy una adolescente y energía para discutir tengo de sobra, pero cuando voy a seguir discutiendo sarcásticamente, se encierra en su habitación.

Levanto mis hombros en señal de que me importa un cacahuate, y vuelvo a poner la música.

Alexa, pon Bad Bunny con “Amorfoda” —la música empieza a sonar, pero después de 30 segundos se apaga nuevamente.

Repito mi pedido al dispositivo inteligente de la casa, pero nada.

Alexa, pon Bad Bunny... (nada).

Pienso un momento. Fue el estúpido este, pero no me dejaré. Por lo menos lo insulto.

Toco la puerta, pero no abre. (Toc, toc, toc...).

—¡Idiota, abre! ¡Devuélveme la música! —grito por la puerta, aunque está cerrada.

Nada. No me responde, y lo peor es que pone esa maldita música clásica que ya odio.

—¡Oye, yo tenía la música! ¡Oye! —grito y golpeo fuerte su puerta, pero este idiota nada. Paso los siguientes 20 minutos desahogando mi enfado en su puerta, hasta que abre.

Eres un imbécil. Yo tenía música y además estoy haciendo algo productivo —le digo, pero este imbécil sonríe con suficiencia y solo me dice:

Mi casa, mis reglas, mi música... miona —y vuelve a cerrarme la puerta en la cara.

Estoy que me lleva el diablo, pero no puedo hacer más.

—¡Imbécil! —grito y termino mis labores. Luego me encierro en mi habitación, gracias a Dios es hora de ir con Aiden y Luci...

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🫣

FUERA DE LIMITES "Rendido ante Tí"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora