32 - Abrazos

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Un carruaje se estaba aproximando, los caballos iban firmes galopando, los empleados estaban un poco sorprendidos, en estás circunstancias normalmente no se recibían visitas, así que a lo menos era extraño...

Quién sí lo esperaba y sabía probablemente de qué se trataba, era la encargada, pero ella había sido relevada de su cargo, así que no podía ir a recibirlo... pero eso no significaba que se quedaría de manos cruzadas.

Alguien más recibió al anciano hombre que descendió, y, debido a su posición, no podían simplemente despacharlo.

Lo guiaron hasta donde se encontraban los señores, tal y como solicitó, a esta hora se encontraban en el comedor, pero, por un extraña razón varios de los empleados se encontraban fuera del salón, entre ellos reían y fisgoneaban intentando escuchar lo que dentro pasaba, pero al ver que se acercaban, disimularon estar calladas.

~Ustedes, ¿qué hacen fuera?, ¿no deberían estar dentro asistiendo?~ pregunto enfadada

~Es que...~ balbuceo una, pero no la dejo continuar

~¡A un lado!~ tocó la puerta, pero nadie respondió, tocó una vez más y lo único que escuchó fueron unos platos quebrándose contra el suelo

La mujer no supo cómo reaccionar, se incomodó de estar haciendo algo mal, la acababan de ascender y simplemente en estos casos no sabía qué hacer, ¿debería entrar?, ¿o debería pedirle al hombre que viniera otro día?, pero por suerte, la ex encargada llegó para ayudar...

~Señor Ministro, que sorpresa tenerlo por acá~ reverencio a la entidad

~He acudido a una petición especial de un amigo personal...~ explicó con brevedad el hombre

La mujer observó el costoso anillo que portaba, y la cadena reluciente que por debajo llevaba, oro puro, se notaba, era evidente el soborno, ni siquiera lo disimulaba...

~Entiendo... pero lamento que se pueda tratar de una equivocación...~ refutó

~Es imposible, me aseguraron que no, y yo solo vengo a cumplir con mi deber~ respondió con hostilidad

~¿Ah sí?, ¿Lo quiere confirmar?~ lo retó, y sin pensarlo dos veces abrió la puerta por escasos segundos, los que fueron suficientes para exhaltar a los involucrados allí dentro que quedaron completamente avergonzados, pero que también le dejo claro al Ministro que no era verdad lo que le habían asegurado, la ex encargada volvió a hablar:
~¿Va a negar lo que sus ojos vieron por si mismos?, le recuerdo que mentir es una falta imperdonable por nuestro señor~ amenazó, el hombre se quedó sin palabras, ella continúo:
~Cualquiera en esta casona podría asegurar, que este matrimonio ha sido consumado como tal, y esperamos que pronto nos bendigan con descendencia, para entonces, esperamos contar con el favor de su eminencia~ reverencio para despedirlo, y, humillado, al anciano no le quedó de otra que simplemente marcharse

~¡E-encargada!, ¿me podría explicar qué sucedió?~ cuestionó la mujer que ahora estaba a cargo

~No es nada, solo remediaba mi error...~ contesto sin ahondar en una correcta explicación
~Yo me excusare con los señores, estoy segura que me lo terminarán agradeciendo...~ agrego antes de irse

A la mansión Desmond al día siguiente llego una carta, que en cuanto fue leída por Donovan fue arrugada y lanzada al fuego, su mayordomo Jevees apenas pudo la recupero, por suerte se había dañado en las esquinas y apenas en un comienzo, aún era legible el resto, y se entendía a la perfección la motivación de la escritura, asi que, en secreto, se la llevó a Demetrius, y él al leerla sonrió, su padre no había podido consagrar su cometido...

Por supuesto que más tarde la ex encargada les explicó a Anya y Damián toda la situación, se disculpó por lo que tuvo que hacer, pero les hizo saber que fue lo necesario para que no pudieran anular su matrimonio, y, tal como profesó, ellos le terminaron agradeciendo su intromisión, y con eso se ganó nuevamente su confianza, más no su antiguo puesto, ya que ahora se mantenia bastante ocupada enseñandole a Anya sobre el decoro y los modales.

Hallazgo tardío | DamiAnya weekend 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora