Amanecía, todo estaba en calma en el aposento. Xie Lian, sintió una punzada en su cabeza que lo despertó. Se incorporó tomándose la frente con ambas manos haciendo un gesto de dolor. El calor se había acumulado dentro de la habitación. Tenía mucha sed y se levantó despacio, buscando algo para beber. Sintió que le iba a estallar la cabeza. El efecto de la noche anterior comenzaba a pasar factura y era lo que realmente no le gustaba de excederse. Al ponerse de pie notó que estaba desnudo. Buscó a tientas una bata y tomó lo que encontró. Un dolor agudo se manifestó en sus partes íntimas, se acarició queriendo aminorar la sensibilidad. Dio unos pasos y se acercó a la luz que ingresaba por una persiana de bambú. Al revisar detenidamente, se dio cuenta que tenía restos de sangre y su miembro estaba algo irritado. Se cubrió con la mano, caminando algo agachado por el malestar y por una inminente erección que se estaba manifestando al sufrir una ráfaga de imágenes que le vinieron a la mente de golpe. Sacudió la cabeza y se frotó con la mano intentando enfocar mejor su vista.
Observar a todos lados, reparó que, en el futón con Sang Lang había dos doncellas acompañándolo, abrazados haciendo un trio. Su mirada se llenó de angustia. Sintió una punzada en el corazón. No supo por qué, pero una decepción interior le nació en ese instante. Desvió la mirada hacia el futón donde él había dormido y solo había una joven. <¿Por qué se habrá ido la otra doncella?> se preguntó. Tendría que averiguar ¿quién era? Sentía pena de no haber estado con ella y deseaba recompensarla.
Xie Lian, caminó hasta la puerta, la resbaló despacio, sin despertar a los demás, y salió. Dos guardias estaban apostados en el pasillo. A simple vista se podían contar seis cercanos a los aposentos de Hua Cheng. Se puso alerta. Tenía que resolver esto pronto. El dolor de cabeza no debería ser pretexto. Siguió caminando, y se encontró con dos de sus asistentes de recámara. De inmediato le colocaron una bata y unos zapatos.
- Buenos días su alteza – dijeron haciendo reverencias al príncipe.
- Recoge mis pertenencias de los aposentos de mi visitante por favor. Y lleva a la joven Xiao Jing a mis aposentos, sin hacer escándalo y sin despertar a los demás. – Dijo Xie Lian, con su habitual manera cortés pero firme y autoritaria de hablar.
- Muy bien su alteza – le respondió un chico que de inmediato se fue de prisa a cumplir la orden.
- Por favor prepara mi baño y mi atuendo formal. Necesito asearme – le dijo a otro que iba caminando a su lado
- Está todo listo su alteza. Venimos de inmediato después que el asistente de la recamara del emperador llegó a entregar un mensaje para usted.
- ¿Lo trajiste? – preguntó Xie Lian.
- Sí señor, aquí lo tiene – dijo el asistente extendiendo una pequeña bandeja conteniendo la misiva. Xie Lian, tomó el pequeño rollo de papel encerado, lo extendió, leyendo de prisa, lo volvió a dejar sobre la bandeja.
- El Emperador me espera a desayunar en media hora. ¡Vamos! Apenas tendré tiempo para asearme. – Caminaron más a prisa. Xie Lian pudo notar que todo su pabellón estaba vigilado. Definitivamente si su padre no daba la orden para que Sang Lang se fuera sería casi imposible sacarlo sin correr riesgo de muerte.
- Tráeme una medicina. La cabeza me va a estallar. Luego da la orden que atiendan bien a su alteza Hua Cheng, que no le falte nada.
- Muy bien su alteza - respondió el joven haciendo una reverencia, caminando a prisa al lado del príncipe. Al llegar a sus aposentos de inmediato corrieron varios asistentes a ayudarlo a quitarse la ropa y lo llevaron a la bañera del cuarto de baño que estaba hacia su jardín interior.
- Las dos jóvenes doncellas que lo están acompañando no deben ser removidas. – Ordenó Xie Lian.
- Muy bien su alteza. – respondió el asistente haciendo reverencias.
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UNA ESPOSA PARA EL PRÍNCIPE
RomanceÉrase una vez, en un vasto imperio, nació el Príncipe Xie Lian, tan amado por los dioses que, fue dotado con una gran belleza, múltiples dones y un corazón bondadoso. A sus trece años es enviado, como emisario de paz, a un viaje por todo el imperio...