LA POZA DEL RECUERDO

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LA POZA DEL RECUERDO

Xie Lian notó de inmediato el cambio en la actitud de Hua Cheng. No sabia cómo abordarlo, para que le dijera qué estaba sucediendo. Decidió esperar un poco más. Al acercarse a la piedra gigante donde se conocieron dijo

- Aquí fue ¿lo recuerdas? – mostrándole una gran sonrisa.

- Por supuesto que lo recuerdo. Todos los días lo recuerdo. Gege fue tan amable conmigo, cuando más lo necesitaba.

- Oh... me pareció que eras buena persona. – dijo con timidez cubriendo su rostro que se había ruborizado un poco.

- ¿Quieres comer de una vez o darte un chapuzón antes? – preguntó San Lang, mientras amarraba los caballos a una rama, cerca de la poza y vigilaba indirectamente para todos lados.

- Creo que prefiero darme un chapuzón. Estoy algo... humm... - El príncipe se tocó y sintió algo húmedo y pegajoso por todos lados. Se volvió a ruborizar. Tenía la ropa, las manos, el pecho, las piernas, el cuello, el cabello, hasta la entrepierna, manchada con algo que se podría identificar como "el elixir de la pasión y la vida". Iba bajando cerca de la gran piedra, en un pequeño sendero que llegaba a la poza y escuchó la risa de Hua Cheng por encima de su cabeza.

- Ja, ja, ja. Entiendo. Yo también creo que necesito un chapuzón. – Respondió San Lang, observando su ropa y sintiendo sus manos algo pegajosas. Y corrió al borde de la gran piedra y de un salto se lanzó al agua, creando una enorme ola que salpico para todos lados, haciendo que Xie Lian se cubriera con los brazos, pero no se libró de recibir un buen baño de agua fría.

- Ahh... Saaaan Laaang... - gritó el príncipe despavorido, por la impresión de sentir lo helado sin estar preparado mentalmente.

- Ven Gege, metete de una vez, así no sentirás frio. – lo conminó a meterse y Xie Lian regresó por su camino y se subió a la gran piedra y se lanzó también de un solo con ropa, las botas el cinto y no se dio cuenta que aún tenía atadas la espadas y la cimitarra a su ropa. "Clinck" ... El sonido de los metales resonó al chocar con alguna piedra.

- ¿Qué fue eso, escuchaste? – pregunto Hua Cheng ansioso con la mirada hacia todos lados buscando de dónde venía el sonido.

- Aaaahhh... - aspiró Xie Lian con fuerza cuando salió a flote. Se sacudió el agua de la cara y empujó su cabello hacia atrás. – Creo que fui yo. No recordaba que traía mi espada y tu cimitarra atadas al cinto. – respondió Xie Lian.

- Oh Gege, como no lo recordaste. - Dijo irritado. - Se mojaron. Ven las voy a quitar de tu cinturón y las pondré a secar. - Se acercó braceando hacia el príncipe. Al estar a su lado sus cuerpos quedaron pegados. El agua les cubría hasta el cuello. Sus rostros quedaron tan cerca y Hua Cheng le respiraba en el rostro. Comenzó a toquetearle la cintura buscando las dos armas y no se dio cuenta que Xie Lian reaccionó a su toque. El príncipe sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y su pasión se encendió de nuevo. No pudo evitarlo.

- Esto... - dijo, desviando el rostro hacia un lado para no rosar su boca.

- Recuerdas, ¿cómo te abordé hace un año? Ya había visto tu caravana con el estandarte de tu palacio.

- Sí, lo recuerdo. Nadaste hacia mi debajo del agua.

- Estaba a punto de besarte cuando apareció el inútil de tu asistente.

- Me di cuenta. – dijo girando de nuevo la cara para verlo a los ojos.

- Gege, ese día se veía tan hermoso, que no pude resistirme.

- Ese día, creo que fue...

- ¿Qué? – preguntó con curiosidad Hua Cheng mientras seguía metiéndole las manos en los amarres de su ropa.

UNA ESPOSA PARA EL PRÍNCIPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora