UN SECRETO BIEN GUARDADO

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UN SECRETO BIEN GUARDADO

Xie Lian, caminaba junto al asistente de recámara, hacia el Salón de Generales. Su mente se perdió por un momento, en lo que acababa de ocurrir. Absorto, colocó su mano derecha en la boca, tocó sus labios y de inmediato se cubrió de un intenso rubor todo su rostro y su cuello. Menos mal que no había nadie para verlo y que llevaba la máscara puesta. Aunque sus pensamientos no dejaron de divagar en lo sucedido. 'No sabía cómo se había animado a besar a San Lang. Quizás un impulso al sentir que él pensaba irse, o verlo tan molesto por lo de la guardia en su puerta'. No lograba entender su propia reacción. Pero lo que lo tenía más intrigado era el hecho de que, sintió que se desvaneció. No supo qué sucedió y cuando recobró el conocimiento San Lang tenía una preocupante expresión de ansiedad. Además, su ropa estaba desordenada. La bata de San Lang estaba abierta. '¿Qué había ocurrido entre ellos dos? ¿Acaso habían traspasado los límites y él no se dio cuenta?' Sus pensamientos no dejaban de dar miles de vueltas. De pronto el asistente le dijo

- Aquí su alteza.

- ¿cómo?, ¿no al salón de generales? – preguntó el príncipe.

- El emperador lo espera en sus aposentos privados. – Respondió el asistente.

- ¡Ya... entiendo! Gracias. – Arguyó y se dirigió hacia el pabellón del emperador.

Cada pabellón tenía una recamara privada, pero también había pasillos secretos, que solo eran del conocimiento de la realeza. Era una transmisión oral de generación en generación como un secreto de estado. Todo esto era para resguardar la vida de la aristocracia a la hora de estar en peligro. Solo el que usaba la habitación conocía esos pasadizos, puertas y pasillo.

El pabellón del príncipe tenía un pasadizo que daba a cada uno de los aposentos de su mansión. Solo él sabía cómo abrirlos y cerrarlos. Solo él conocía cómo entrar y salir y hacia dónde daba cada pasillo. No tenía salida hacia afuera del castillo, sino que, daba primero a las recamaras privadas de los emperadores y luego la salida era por el pabellón del emperador que iba a dar directamente a las márgenes del rio Xianle, que estaba fuera de la Capital Imperial.

La mansión de los emperadores tenía un pabellón para cada uno, sus recamaras se comunicaban directamente donde compartían un aposento privado matrimonial. Solo ellos dos sabían cómo llegar allí. Ni los asistentes, ni el personal de recámara sabían cómo encontrarlos cuando ellos estaban en su habitación matrimonial, excepto Xie Lian. Él sí conocía cómo ingresar a estas cámaras privadas y cómo desaparecer de la vista de todos sin que nadie se percatara de eso.

Así, Xie Lian ingresó por el pabellón del emperador. En cuanto estuvo en una oficina se dirigió hacia las habitaciones. Buscó el privado y luego ingresó hacia un pasillo. La puerta que se cerró detrás de él prácticamente quedó sellada ya no podría salir por allí. Estos pasillos eran para una sola persona. La luz que usaba para iluminar venía de afuera, de manera indirecta por medio de espejos. Sin embargo, si uno no conocía bien podía perderse y acabar en algún calabozo bajo la tierra. Siguió caminando hasta que encontró una puerta pequeña en la cual había que cruzar a gatas. Se agachó la empujó y cuando abrió allí estaba el emperador, esperándolo.

- ¿Padre? – dijo el príncipe

- Pasa, pasa, muchacho... por favor, hijo. – Lo recibió con voz afable.

- ¿Mandaste a llamar? – preguntó el príncipe.

- Sí, quería conversar contigo antes de esa reunión con ese montón de ineptos. Por favor toma asiento. La cámara insonora era apta para el secreto de estado.

- Gracias Padre. – Xie Lian se acercó al anciano y lo abrazó con ternura. Seguidamente desató su pequeño antifaz y lo guardó en su manga. El anciano al ver el rostro descubierto de su hijo no pudo mas que acariciarlo con vehemencia, adorándolo, cual padre, con orgullo y la mirada llena de amor, como no podrían hacerlo en público. Pocas veces a solas y esta vez había que aprovechar.

UNA ESPOSA PARA EL PRÍNCIPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora