¡FELIZ CUMPLEAÑOS SAN LANG!

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12 ¡FELIZ CUMPLEAÑOS SAN LANG! 

Desde que Xie Lian y Hua Cheng, se conocieron, un sentimiento profundo se forjó entre ellos. Como si fueran dos almas gemelas, aquellas de la famosa frase "dos almas y un solo corazón". Algo difícil ver, en dos personas en el planeta entero.

La manera de comunicarse, tan hermosa, directa, abierta, sincera, con tanto cuidado uno por el otro, con delicadeza para no ofenderse uno al otro. Los detalles que Hua Cheng tiene con el príncipe, como su alteza, pero también como la persona que es Xie Lian, el individuo sin títulos ni cargos. Como si él constantemente quisiera demostrarle lo mucho que le importa. Que su alteza sepa que él está allí y puede contar con él.

Xie Lian había sido un niño solitario, a pesar de crecer con muchos chiquillos de la corte, nunca sintió conexión con ninguno de ellos. Su título estaba antes que cualquier relación. Sus padres anteponían la situación de la familia del niño antes de que tuvieran relación con él. Excepto con un pequeño niño llamado Hong Er, pero que desapareció sin dejar rastro. Hasta que por azares del destino llegó u vida y allí San Lang encontró de nuevo alguien con quien sintió esa conexión. La conexión que te ata a la vida, que te hace sentir pleno, que te dice sin dudarlo "para esto estoy en este mundo". Es el enlace real, tan real como la sangre que corre por sus venas, o como que su corazón palpita con fuerza. Esa fuerza que se le da estar con él.

Según Xie Lian, haberse reencontrado fue algo dado por la casualidad, algo que tiene que ver con el destino o que fue movido por los dioses. Sin dudarlo haberse reencontrado para él, fue volver a la vida. Pero esto era algo que Hua Cheng ignoraba.

Hua Cheng había sido un niño amado, hasta que su madre murió cuando él tenía siete años. Su padre se volvió a casar y comenzó a sufrir maltrato y abandono. Para sobrevivir vagó por las calles mendigando, hurgó comida en la basura, y durmió en árboles y cuevas. Hasta que decidió buscar a su persona amada, esa persona que lo amaba exactamente tal cual. Y fue como se encontró con aquella persona de nuevo.

Para Hua Cheng, haberse reencontrado fue algo completamente diferente. Haberse reencontrado fue, correr incansablemente buscándolo por cinco años, luchando contra todo y contra todos. Fue haberse librado de la muerte una y otra vez. Haberse reencontrado era su meta de vida. Pero esto era algo que Xie Lian ignoraba.

Ese día Xie Lian llegó a sus aposentos, no había nadie. No estaba Xiao Ying, "seguramente andaba en los preparativos para la velada de las artes" pensó. Cambió su ropa a algo más cómodo. No había asistentes de recámara que le ayudaran a vestirse y decidió algo ligero para no enredarse con la vestimenta, por no saber cómo amarrarse. Luego se acercó a una cómoda abrió y buscó, no encontró. Fue buscando entre varios de los muebles cerrados, hasta que en un cajón grande encontró una bolsa de yute algo alargada. Estaba envuelta en una tira de cuero. Dentro había una especie de sable largo y curvo, pero mucho más angosto. Esta era la cimitarra de Hua Cheng. No se animó a quitar el cuero para verla. Le dio pena ser curioso o que San Lang se fuera a molestar por revisarle sus pertenencias. Se la puso en el cinto junto con su espada, salió hacia el jardín interno y luego se cruzó hacia un pasillo que da hacia los aposentos de su pabellón. Caminó un trecho de unos cien metros hasta que encontró la puerta para el jardín interno de los aposentos que estaba ocupando Hua Cheng. Cuando ingresó había un grupo de personas instalando una cama formal con dosel. Era una cama grande. Ya habían levantado los futones que había estado usando San Lang para dormir. Le parecía que no era justo que siguiera durmiendo de manera tan incomoda y ordenó que le instalaran bien su dormitorio a su gusto con los colores que le eran de su agrado.

Quien diría que cuando llegó a la habitación, se toparía con una lluvia de velos color rojo carmesí, por todos lados, tiras incansables de cuentas y colgantes que hacían ruidos de lluvia al moverse. Cuadros enormes de paraísos lejanos de palmeras y aves exóticas para el fondo de las paredes. Plantas y grandes, jarrones con plumas y varillas de bambú, adornando la habitación. Era casi como un sueño erótico, donde la seducción y la incitación es la constante para atraer a los ingenuos. San Lang tenía un gusto extravagante, pero hermoso. Nada convencional, pero realmente demostraba tener gusto por la belleza.

UNA ESPOSA PARA EL PRÍNCIPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora