La mirada de Xie Lian, no se desprendió ni un segundo de Hua Cheng, desde que éste ingresó al salón de los Generales. Cuando estuvo hablando y cuando el emperador terminó la reunión siguió con insistencia observándolo directamente. Inclusive en la reverencia cuando el emperador se retiró, inclinó la cabeza y la giró viendo a San Lang con disimulo, con los ojos entrecerrados a detalle de arriba abajo y luego se quedó fijo en su rostro.
Y es que Hua Cheng era demasiado guapo. El atractivo y la sensualidad que emanaba, lo impresionante de su cuerpo tan perfecto, así como los detalles en su manera de vestir, hacían casi imposible no verlo. Todo en él era demasiado hermoso como para no darse cuenta. Algo que no se podía obviar, ejerciendo un aura magnética, atrayendo a todos por igual. Y el príncipe no podía evitar sentirse atraído. Fue inevitable que su mirada cayera presa del hechizo, de manera casi desvergonzada se perdió fuera de la realidad y se olvidó por completo de su entorno, hasta el punto de que, su boca la dejó abierta babeando.
No obstante, Xie Lian percibía ese atractivo, y podía verlo tan descaradamente, por el simple hecho de que Hua Cheng se lo permitía. Porque para el resto de las personas a su alrededor, esa belleza se volvía amarga al recibir de vuelta una mirada de desagrado, una sonrisa sarcástica de medio lado, a veces con desprecio, o un aura asesina que amenazaba con hacerlos polvo.
Hua Cheng era incapaz de aceptar los halagos intencionales de quien él simplemente no quería. Pero con Xie Lian era otra cosa. Las miradas eran devueltas con la misma vehemencia, inclusive con algo más que solo entre ellos podían entender. Así también, Hua Cheng vio al príncipe y su mirada simplemente se quedó allí, fija, observándolo. Pero a diferencia de su alteza, no disimuló nada, ni cuando se hizo la reverencia al emperador. Aunque, los vendajes y su cabello sobre el rostro, tapando el ojo derecho, le servían de ventaja para disimular, sin que fuera intencional.
Así, en cuanto el edecán dio la orden, todos los asistentes comenzaron a desalojar el salón. Hasta entonces Xie Lian reaccionó, bajó su mirada y su rostro se tiño de rubor, aunque la máscara de porcelana lo cubrió, por lo que sólo él fue testigo mudo de su corazón desbocado y traidor que casi se le salía del pecho. Mientras que Hua Cheng no desvío la mirada apasionada.
Xie Lian hizo una señal y todos sus asesores y asistentes se quedaron quietos a su orden. En cuanto vio que ya solo su grupo estaba presente, les hizo otra señal para que se acercaran. Lo rodearon y luego dijo
- Por favor todos. Ya tienen tareas asignadas para el evento de hoy. – Y agregó - Si tienen dudas pregúntenle a... ¿cuál es tu nombre? – dijo señalando a su nuevo asistente.
- Mi nombre es Wu Ming, su alteza – respondió el asistente inclinando el rostro y juntando las manos en reverencia. Cuando Hua Cheng escuchó el nombre del asistente, le dio un brinco el corazón y agrandó los ojos. Se quedó paralizado viendo al asistente. Nadie notó su reacción, por su estatura se ubicó detrás del grupo como de diez personas y eso lo cubrió.
- Bien, entonces todos pueden retirarse y van a lo suyo. Solo sus excelencias, Hua Cheng, Feng Xing y Mu Qing, me siguen. - Cuando Xie Lian dijo el nombre de Hua Cheng, hasta ese momento le quitó la mirada a Wu Ming. Se quedó pensativo, pero no comentó nada.
Xie Lian, se giró y comenzó a caminar hacia afuera del salón, y los tres asesores lo siguieron. En ese instante Hua Cheng volvió a cambiar su actitud a la de costumbre, caballeroso, cortés y atenta, totalmente disponible para el príncipe, hasta el grado que Feng Xing y Mu Qing les parecía demasiado pegajosa. Ya con Mu Qing tenían suficiente. Y las caras y expresiones de desagrado hacia el nuevo elemento no se hicieron esperar.
- No entiendo, ¿qué está haciendo este individuo entre nosotros? – espetó Mu Qing.
- Por supuesto que sirviendo desde el frente a su alteza, mientras tú sigues la retaguardia de Feng Xing. – Respondió Hua Cheng con mirada burlona, caminando un paso delante del príncipe, mostrando sus atenciones le abrió la puerta, pero en cuanto hubo pasado su alteza y él seguido, deslizó la puerta de regreso y dejó a los otros atrás.
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UNA ESPOSA PARA EL PRÍNCIPE
RomansÉrase una vez, en un vasto imperio, nació el Príncipe Xie Lian, tan amado por los dioses que, fue dotado con una gran belleza, múltiples dones y un corazón bondadoso. A sus trece años es enviado, como emisario de paz, a un viaje por todo el imperio...