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Namjoon sintió cómo el corazón se le encogía al escuchar las palabras contrarias. Como si cada una de ellas lo golpeara con una mezcla de confusión, frustración y una dolorosa claridad. 

Respiró profundamente, desviando la mirada, incapaz de sostener aquellos orbes chocolates.

—Sabe que no puedo aceptarlo, Seokjin. Yo tengo esposa — Respondió, su voz temblando ligeramente. Sabía que debía ser firme y poner fin a esto antes de que las cosas se descontrolaran aún más.

Pero el castaño no estaba dispuesto a ceder. Volvió a buscar sus ojos mientras negaba con la cabeza.

—No me importa —respondió desesperado, sus ojos brillando con una intensidad que el alto no podía ignorar. Antes de que pudiera continuar, su jefe interrumpió sus palabras.

Sabía que tenía que ser el responsable en esta situación, aunque le doliera.

—Nuestra relación es meramente profesional. Por favor, recuerde eso. — Sentencia con firmeza, cada palabra, un esfuerzo para mantener el control. Sin esperar una respuesta, se giró y salió de la oficina.


...


En casa, no fue capaz ni de saludar a su esposa, sintiendo un rencor involuntario. Se encerró en su oficina, tratando de procesar lo que acababa de suceder. La imagen del castaño, su confesión y la desesperación en sus ojos: todo se repetía en su mente una y otra vez.

Sabía que había hecho lo correcto, pero ¿por qué se sentía tan mal? ¿Por qué cada vez que cerraba los ojos, la imagen de su secretario aparecía con más fuerza? Como una tortura mental, como si estuviera destinado a dañarse y dañar a los demás.

De repente, su teléfono vibró sobre la madera pulida de su escritorio, sacándolo de sus pensamientos. Miró la pantalla brillar con el nombre de su secretario. Repaso cada una de las letras de su nombre, dudando si sería correcto contestar su llamado.

—¿Hola? — Respondió, cegado por la curiosidad y la preocupación.

—Buenas noches, señor. Soy empleado del bar Seoul Nights. Aquí se encuentra un hombre llamado que responde al nombre de SeokJin; está bastante alcoholizado y no puede irse solo. Encontramos su número en su teléfono y pensamos que podría ayudarlo.

El pelinegro suspiró frustrado. Posó sus dedos en el puente de su nariz en señal de frustración, pensando que nada podría ir peor en ese día.

Sintió una punzada de preocupación. Sabía que no podía ignorarlo, no después de todo lo que había pasado.

—Voy para allá —Finalizo, colgando el teléfono y saliendo de su casa rápidamente.

Condujo con la mente ocupada por el castaño; el bar estaba a unos pocos kilómetros de su casa. ¿Qué lo había llevado hasta este punto? Cuando llegó al bar, lo encontró sentado en un rincón, con la cabeza apoyada en la mesa.

—SeokJin —murmuró suavemente, tocando gentilmente su hombro para llamar su atención.

El mencionado levantó la cabeza, sus ojos entrecerrados y vidriosos por el alcohol.

—Presidente... sabía que vendría...— Afirmó con orgullo, mientras se ponía en pie, tambaleándose peligrosamente.

El alto lo tomó suavemente de la cintura, evitando que se fuera de bruces contra el suelo.
—Vamos, te llevaré a casa — Susurró, guiándolo fuera del bar.

Agradeció tener a mano las direcciones de todos sus empleados, porque dudaba seriamente que el joven castaño que se apoyaba pesadamente en él, murmurando cosas ininteligibles, pudiera darle una dirección decente.

Hate to love [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora