IX

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Despertó en una cama que no era la suya, aun sintiendo la calidez de sus sueños, que más bien eran fragmentos inquietantes de recuerdos y miedos.

La noche se había deslizado entre sus dedos, dejándolo agotado, tanto física como mentalmente, sin poder disfrutar de un verdadero descanso.

Había estado cuidando de su amigo, protegiéndolo de las sombras que a menudo lo acechaban.

Con un suspiro suave, se levantó y comenzó a preparar el desayuno, moviéndose con la gracia de un bailarín, aunque en su corazón llevaba el peso de la ansiedad.

La luz del sol entraba con fuerza en la cocina, lastimando sus ojos cansados y generando una sensación de fatiga visual.

El aroma del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el sonido suave del agua hirviendo y el crujido del pan tostándose.

Cada sonido, cada aroma, era un intento de normalidad en medio del caos interno.

La misteriosa atmósfera que rodeaba a su compañero de piso lo atormentaba. Su hyung siempre tan solitario, tan perdido en sus pensamientos.

Su silueta, con sus hombros caídos y su mirada perdida, parecía cargada de un peso invisible que solo él percibía.

Se preocupaba por él constantemente, y cuidarlo se había convertido en su distracción, aunque también le recordaba la lucha que llevaba dentro.

Un suspiro se escapó de sus labios al recordar las veces que había encontrado a su mayor llorando en la oscuridad de su habitación. Las palabras de consuelo siempre parecían insuficientes, como balas de papel ante una tormenta.

Finalmente, sirvió el desayuno y se sentó a la mesa.

El silencio entre ellos se hizo palpable, denso, casi tangible. El contrario apenas levantó la mirada, tragando su café como si fuera un ritual que lo mantuviera en pie.

Sonrió, tratando de romper el hielo.

-¿Listo para otro día, Jin hyung? -preguntó con voz alegre, aunque su corazón latía con incertidumbre.

El mencionado solo asintió, su mente probablemente en un lugar oscuro, distante.

Se sintió atrapado en una sombra helada ante la indiferencia de su amigo, evocando los ecos de un tiempo en que sus padres preferían la frialdad del silencio, como si fuera menos doloroso pretender que su hijo había muerto que enfrentar la verdad de su existencia.

Las palabras de sus padres resonaban en su mente: "Mi hijo está muerto". Era un eco desgarrador que lo perseguía, y ahora, esa misma indiferencia lo atravesaba como una flecha envenenada.

Con un último vistazo, al contrario, lo vio marcharse, una sombra de preocupación cruzando su rostro.

Con un suspiro, se preparó para ir a la universidad.

Cada prenda que se ponía parecía un peso adicional sobre sus hombros ya cargados, escogiendo ropa floja y abrigada, como si esas telas pudieran ocultar su tormento.

Pero, al vestirse, la realidad de su situación lo golpeó de lleno: aun no tenía el dinero para pagar la matrícula.

Se detuvo un momento, mirando su reflejo en el espejo.

"¿Cómo puedo seguir bailando si no puedo pagar?"

La desesperación se apoderaba de él.

Sopeso la perturbadora propuesta de uno de sus profesores.

La idea le provocó una ola de asco, pero en el fondo, la desesperación de perder la matrícula lo llevó a considerar esa opción oscura.

"¿Y si...?"

Hate to love [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora