XIII

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Llegó a casa con el corazón desbocado, cada latido resonando como un tambor en la oscuridad que envolvía el apartamento.

La puerta chirrió al abrirse, el sonido metálico quebrando el silencio que se había instalado con la llegada de la noche.

Su mano temblaba al empujarla, como si la simple acción le costara un esfuerzo titánico.

La chaqueta negra cayó pesadamente sobre el sofá, arrugándose en un rincón, un testigo mudo de su agitación.

En la cocina, el silencio era casi físico, roto solo por el suave murmullo del agua que se vertía en un vaso de cristal.

El líquido se acumulaba lentamente, y el cristal, empañado y perlado de gotas, parecía llorar lágrimas congeladas en la fría penumbra.

Se apoyó en la encimera, el frío del mármol atravesando el tejido de su chaqueta, buscando un ancla en el líquido que parecía más sereno que su mente en tormenta.

Su mente era un laberinto de angustia y confusión, donde pensamientos se estrellaban como olas furiosas en una tormenta interna.

Mientras trataba de calmarse, un ruido detrás de él lo sacó de su trance.

Giró lentamente, encontrándose con Jimin, cuyo andar vacilante y rostro demacrado hablaban de una lucha que iba más allá de lo físico.

Sus ojos estaban enrojecidos, cargados con una desesperación palpable que resonaba en el vacío del apartamento.

—Jin — dijo, su voz quebrada como cristal a punto de romperse — Necesito hablar contigo.

El desdén en los ojos del castaño era una muralla de hielo, implacable y fría.

La mirada del menor, cargada de dolor, intentaba atravesar ese muro, pero el contrario se mantenía firme.

Su voz, cortante como un cuchillo, cortó el aire entre ellos.

— No puedo ahora, Jimin — respondió con frialdad, su tono tan cortante que parecía dejar una herida en el aire — Estoy ocupado.

Sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y se dirigió hacia su habitación, el eco de sus pasos resonando en el silencio.

Al cerrar la puerta, un suspiro profundo escapó de sus labios, cargado con una mezcla de culpa y determinación.

Se dejó caer en la silla frente a su escritorio, su mirada fija en el bolígrafo sobre la mesita de noche.

Era un objeto pequeño, pero en ese instante, parecía irradiar una intensidad casi sobrenatural, como si contara con una luz propia en la penumbra.

Su mente estaba en guerra, una batalla feroz entre la indecisión y la urgencia.

Miró el bolígrafo como si esperara que revelara algún secreto oculto.

El silencio en la habitación era denso, casi tangible, como una niebla que envolvía cada rincón.

"Debo hacer algo," pensó, sintiendo que la determinación empezaba a emerger del caos en su mente.

El bolígrafo, pequeño pero imponente, parecía ser un faro en la oscuridad, instándolo a actuar, a no sucumbir a la confusión.

"No puedo seguir así. Necesito actuar."

Se levantó de la silla, sus movimientos pesados por el peso de la decisión que estaba a punto de tomar.

Abrió el armario y tomó otra chaqueta, el roce de las telas creando un sonido casi ceremonial.

Cada paso hacia la puerta era una declaración de guerra contra el tormento interno que lo acosaba.

Hate to love [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora