VII

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La oficina del imperio Kim recobró su frenesí habitual, con el constante tecleo de teclados y el murmullo de conversaciones telefónicas llenando el aire.

Llegó temprano, tratando de ocultar su propia turbulencia emocional tras una máscara de normalidad. Al ver a su jefe, lo saludó respetuosamente, pero el CEO ni siquiera lo miró.

Con voz gélida, le ordenó:

—Necesito los documentos del banco de Ilsan y que no me interrumpa, por favor. Estoy ocupado.

Asintió, tragando como un trago amargo su frustración y la sensación de rechazo que lo envolvía, con el miedo latente de que todo su plan haya fracasado y todo su esfuerzo haya sido para nada.

Preparó los documentos con esmero, sus manos temblorosas traicionando sus nervios.

Una vez cumplida su tarea, se dirigió nuevamente a la oficina de su jefe, decidido a abordar el asunto que lo agobiaba.

—¿Podemos hablar, señor? —preguntó, su voz temblorosa revelando su ansiedad.

—¿Es un asunto de trabajo? —replicó el pelinegro, sin apartar la vista de su computadora.

—No.

—Entonces absténgase de hablar de asuntos personales mientras esté trabajando —sentenció con frialdad, sus palabras como un golpe directo al pecho del castaño.

Se retiró, sintiéndose cada vez más ansioso, su mente invadida por pensamientos oscuros sobre el posible despido y su fracaso.

La jornada transcurrió bajo una nube de tensión.

El castaño trabajaba con una eficiencia casi desesperada, sus ojos constantemente fijos en el reloj.

Cuando finalmente terminó su turno, no se marchó. Decidió esperar, luchando contra el cansancio acumulado.

Se recostó sobre su escritorio, en ese estado liminal entre el sueño y la vigilia, sintiendo una mirada penetrante sobre él. Se despertó sobresaltado, algunas hojas de papel pegadas a su rostro por la saliva.

Al ver al CEO, se levantó rápidamente, avergonzado, y le hizo una pequeña reverencia.

—¿Por qué sigue aquí? —inquirió, su voz cargada de agotamiento y algo más que el contrario no pudo identificar.

—Como no me dejaba hablar de cosas personales durante el trabajo, quise esperar hasta que terminara mi jornada laboral —respondió, su voz temblando con una mezcla de determinación y miedo.

Su jefe suspiró resignado, sabiendo que ya no podía huir más de lo inevitable.

—Pase a mi oficina. Hablemos más cómodos.

El edificio estaba silencioso, un sepulcral murmullo envolviendo cada rincón.

Namjoon sentía que su ansiedad se incrementaba al estar a solas con él, con su pecado. Al entrar, le indicó que tomara asiento.

Se dirigió a la barra de bebidas alcohólicas y se sirvió un whisky con hielo, ofreciendo uno, al contrario, quien lo declinó amablemente.

Decidió iniciar la conversación, tomando asiento en silla de escritorio, intentando mantener el control que sentía que se le escapaba.

— Lo que ocurrió esa noche fue un error. Usted estaba muy ebrio y yo no pensé con claridad. Le pido disculpas. No volverá a ocurrir. Conservará su empleo si eso es lo que le preocupa. ¿Qué le parece si lo cambio al departamento de recursos humanos? Creo que podría desempeñarse bien allí...

Hate to love [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora