VI

32 10 0
                                    


Convencido, casi obligado, acompaño a su amigo.

Aprovechando el cálido clima de Seúl, se dirigieron al parque Hangang, conocido por sus hermosas piscinas y áreas recreativas.

Al llegar, el castaño observó al pelinegro frente suyo. La pareja del rubio los saludaba con una sonrisa. Min Yoongi.

Tenía el cabello negro azabache que contrastaba con su piel pálida y ojos oscuros que parecían penetrar en el alma de cualquiera que los mirara.

Aunque parecía serio y reservado a primera vista, el rubio siempre sabía cómo sacar lo mejor de él.

Durante horas, los tres nadaron, comieron, rieron y jugaron como si el tiempo se hubiera detenido. El castaño disfrutó de la efímera diversión y la compañía de sus amigos, permitiéndose temporalmente olvidar sus preocupaciones y problemas.

Como si solo fuera un chico normal jugando con sus amigos.

Jimin se liberó de la camiseta que le estorbaba para sumergirse completamente en el juego bajo el cálido sol de Seúl.

La luz del día acariciaba su piel bien cuidada, resaltando los músculos esculpidos por años de dedicación al baile, y revelando una piel pálida y perfecta, libre de marcas visibles.

Su pareja, con una sonrisa juguetona, se acercó a él fingiendo taparlo con falsa molestia, en un gesto de celos juguetones, mientras ambos se abrazaban entre risas en la piscina.

Aquel momento fue como un golpe al corazón del castaño.

Observó la escena desde la distancia, sus propios pensamientos oscurecidos por una envidia amarga.

Mientras la pareja disfrutaba de su conexión genuina y de la libertad de expresar su amor en público, se sentía atrapado en las sombras de su propia vida.

"¿Por qué él puede ser libre mientras yo estoy condenado a esta miseria?", pensó amargamente. Él admiraba a su amigo, lo amaba como a un hermano, pero a la vez lo odiaba en secreto por representar todo lo que él no podía ser: abierto, feliz y amado sin restricciones ni miedos.

El agua de la piscina reflejaba la luz del sol en destellos brillantes, pero para él, todo lo que veía era el reflejo de su propia sombra, de su aislamiento emocional y de su lucha constante por encontrar un lugar en un mundo que parecía estar diseñado para excluirlo.

Se odiaba a sí mismo por permitirse sentir esta envidia, por no poder alegrarse sinceramente por la felicidad de su amigo. Odiaba a quienes lo lastimaron en el pasado, a aquellos que le negaron la libertad de ser él mismo sin temor.

Posó sus dedos sobre la camiseta que se adhería a su cuerpo por el agua, como una segunda piel, sintiendo las cicatrices como líneas horizontales y gruesas bajo sus pectorales.

Cerró los ojos, respirando profundamente mientras su mente era un torbellino de sensaciones y sus oídos se hacían sordos al ruido exterior.

Abrió los ojos lentamente, su visión ajustándose a la escasa luz que se filtraba en su pequeño cuarto. La realidad destellante y fugaz se asemejaba al parpadeo incierto de una vela en la oscuridad.

La habitación resonaba con risas despiadadas mientras se aproximaba a la puerta, ajeno al abismo que se abría bajo sus pies.

El apartamento, un refugio pequeño y oscuro en Seúl, se teñía de sombras alargadas por la tenue luz del atardecer que se colaba por la ventana. Muebles gastados por el tiempo y la soledad llenaban el espacio, testigos silenciosos de su lucha diaria.

Hate to love [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora