XIV

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La sala de estar estaba sumida en una oscuridad espesa, siendo iluminada por un opulento candelabro de cristal que colgaba del techo.

La ciudad seguía viva, sus luces titilantes se veían a lo lejos, ajenas a lo que estaba por suceder entre las sombras.

Un viento frío y cortante se colaba entre los ventanales abiertos, acariciando su piel, recordándole lo que estaba a punto de hacer.

Sus dedos jugueteaban con el borde de la mesa amaderada con una calma inquietante, cada eco rebotaba contra los muros, amplificando el temblor silencioso de la chica, quien esperaba atrapada entre la pared y la inminente amenaza que representaba él.

En ese momento, ella sabía, sin necesidad de que él dijera una sola palabra, que estaba siendo cazada.

El aire a su alrededor se sentía denso, cargado de una humedad pesada que parecía absorber cada sonido, cada susurro.

Las sombras de la habitación se alargaban, extendiendo sus dedos invisibles hacia Eun Seol, como si intentaran arrastrarla hacia lo inevitable.

El olor a humedad mezclado con la desesperación comenzaba a flotar en el ambiente, envolviendo a ambos como una manta que ninguno podía sacudirse.

El castaño permanecía sentado frente a ella, una silueta inmóvil que observaba todo con ojos fríos y calculadores.

Su sonrisa no llegaba a iluminar sus ojos; era una sonrisa vacía, llena de peligro, cargada de un control que no necesitaba verbalizarse.

Él ya sabía que había ganado incluso antes de abrir la boca.

— ¿Sabes qué es lo más hermoso de las mentiras, Eun? — su sonrisa se hizo más cruel mientras sus dedos rozaban el borde de la mesa — Cómo comienzan con un hilo delgado, invisible... pero poco a poco te ahogan. Te asfixian, y cuando te das cuenta, ya no puedes escapar.

La mencionada retrocedió instintivamente, pero sus movimientos fueron inútiles.

Su espalda chocó contra el respaldar del cálido sofá en el que había tomado asiento, la sensación del tapiz de cuero penetrando en su piel a través de la delgada tela de su blusa.

El miedo le subió por la columna como una descarga eléctrica, recorriendo su cuerpo con una intensidad que no tenía nada que ver con el frío de la noche.

No había salida.

Él estaba bloqueando su única vía de escape, y lo sabía.

— No... no sé de qué estás hablando... — su voz era un hilo quebradizo, temblando como sus manos.

El aire que intentaba inhalar le quemaba los pulmones, pero el verdadero fuego estaba en su mente, cada palabra era un martillo que destrozaba su frágil autocontrol.

— ¿No lo sabes? — Sonrió el castaño, y aunque su tono seguía siendo suave, había algo en la forma en que susurraba que se sentía como un cuchillo deslizándose lentamente por la piel — Qué curioso... me pregunto cómo le explicarás a Min Soo que el hijo al que ha dedicado diez años de su vida... no es suyo.

El corazón de la chica pareció detenerse por un segundo.

Luego, volvió a latir con una fuerza que sentía en las sienes, cada pulso resonando como un martillo en su cabeza.

El aire a su alrededor se volvió pesado, cada respiración era un esfuerzo titánico, como si el mundo comenzara a aplastarla bajo su propio peso.

Era imposible respirar.

Hate to love [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora