—¡El desayuno está listo! —gritó Zara desde la cocina.
Me levanto con pereza no se como es la rutina aquí pero allá con mi madre estaba acostumbrada ir a la escuela, comer, dormir y esperaba a que mi madre llegara pero siempre era la misma rutina hasta que me mude con mi padre y ahora desde ese día siempre eran los mismos días: levantarnos, almorzar, recoger la casa e ir por Zara a su trabajo y mi padre trabajando en la cocina casi todo el día. Realmente no se cual sea muy bien el trabajo de mi padre, ni con quien trabaja, solo sé que se la pasa en la cocina haciendo varios guisos.
El olor a comida inunda mis fosas nasales, me dirijo hacia el comedor para sentarme, escucho hablar a mi padre y a Zara pero la conversación era casi audible, Natasha y Annie salen de la habitación y jamás se percataron de que yo estuve antes de que Natasha y Annie salieran de la habitación.
—Buenos días, mami —saluda Annie con alegría y Zara le da un beso en su cabeza sonriendo.
—Buenos días, princesa —respondió Zara mirándonos de reojo a Natasha y a mí.
Natasha y yo nos miramos un momento, ¿acaso trata de hacernos sentir mal? Desde que nosotros estábamos pequeñas siempre ha tenido problemas con nosotros, tal vez solo fingía por mi padre esa felicidad que nos daba pero se que todo era una mentira y mi padre siempre le creía cualquier cosa a Zara, ella sabía muy bien que nunca recibimos ni siquiera un abrazo de nuestra propia madre durante nuestra infancia, Natasha y yo sabíamos muy bien cuales eran sus intenciones desde un principio cuando quitaba esa sonrisa falsa cuando se iba mi papá.
—Qué niña tan dulce —habló Zara agarrándome y apretando mis mejillas, yo la mire un poco confundida porque jamás había hecho eso y las estaba apretando un poco fuerte.
—¡Auch! ¡Me duele! —me queje pero Zara solo sonrió y camino directo hacia la puerta con una sonrisa malévola en sus labios y sus tacones rechinando horrible en el piso de aquella casa.
Voltee hacia aquella pecera que mi padre tenía, me pare de puntitas mientras miraba hacia los preces, eran naranjas y estaban muy bien cuidados, eran mis únicos amigos aquí aparte de Natasha, pero nada más, solo nos teníamos la una con la otra ya que mi padre se la pasaba trabajando y Zara parecía su chicle, mi madre solo le preocupaba el trabajo y ya.
Ahora que pasaron años, aún sigue con ese odio a pesar de que mi padre le dio una hija, ¿qué más podría pedir? Pero creo que su rencor hacia nosotros sigue ahí en lo más profundo de su oscuro ser.
—Pueden poner la mesa mientras yo sirvo —dijo Zara sonriendo, yo pase por la cocina mientras ponía vasos y Natasha servilletas.
Ayude a poner los platos sobre la mesa y a los pocos minutos nos sentamos a comer los cinco, cuando escuchamos comer a mi padre, Zara y Annie, Natasha y yo nos dimos una mirada irónica y con un poco de desagrado, no tienen ninguna delicadeza al comer.
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Todo el cielo y el infierno que me diste ©
Teen FictionPaige, una chica que se muda con su padre para distraerse de todo. Allí se tiene que enfrentar a nuevas oportunidades, nuevas expectativas, nuevos retos y sobre todo nuevas ilusiones en donde ahí conoce a un chico que le puso su mundo patas para arr...