CAPÍTULO DIEZ

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No me gusta Mike, no me gusta Mike, no me gusta Mike

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No me gusta Mike, no me gusta Mike, no me gusta Mike.

—¿Ustedes son novios? —preguntó uno de sus amigos entusiasmado, yo me encojo de hombros mientras me acerco a sus labios y le doy un beso.

Me despierto saltando en mi cama jadeando como si hubiera tenido una pesadilla despertando a Natasha y a Annie. ¿Qué fue ese sueño? ¿Por qué...? Natasha me mira entrecerrando los ojos mientras está su cabeza levemente levantada y su brazo está por debajo de la almohada y me me mira como que en su rostro puedo leer: «¿Qué carajos pasa Paige, son las seis de la mañana?» No la culpo pero respondo que no pasa nada, que solo fue un sueño extraño que tuve. Pero en las siguientes horas no pude conciliar el sueño porque no quiero tener otro de esos momentos extraños y luego con... ¿Mike?

Tampoco culpo a mi corazón, tiene un cabello negro alborotado que te dan ganas de acariciar a cada rato, es alto, parece que hace un poco de ejercicio porque se le marca un poco de músculo cuando usa playeras y no lleva sus sudaderas negras de siempre, donde parecía retrato usando la misma... y unos labios carnosos que son deseables de besar y una sonrisa contagiadora...

Pero no, definitivamente no me gusta.

No me gusta y no me debe gustar, si es tímido y parece que siempre mira a todas las chicas que se ponga frente a él con una mirada de pocos amigos. Yo no entiendo esas películas románticas, donde todo es más fácil, ya tienen su vida resulta y no luchan por nada. O quisiera ser ellas, admitir que me gusta alguien sin necesidad de sentir miedo a que me rechacen y viva con esa vergüenza toda mi vida, como lo que pase con Alex. No definitivamente no quiero volver a pasar eso.

Me pongo los audífonos, todavía no escucho ruido y la verdad es que no me siento de ánimos para levantarme. Solo quiero estar acostada en mi cama escuchando canciones de Tay mientras imagino que me enamoró de un chico donde tenemos mucho en común, nos sentimos cómodos el uno con el otro y quién sabe... tal vez nos besemos, así como en las películas de amor que tanto me gustaban.

—¡Despierta! —gritó Natasha mientras me daba una bofetada, la vi con los ojos borrosos ya que me acababa de despertar.

Cuando me siento sobre mi cama me sobo la mejilla y me quedo confundida, ¿por qué en que momento me quedé dormida?

Escucho risas por parte de todos y me cubro con las cobijas refunfuñando y preguntando el porque nací en esta familia.

—¡Paige...! —exclamó mi padre del susto y pongo los ojos en blanco mientras me aviento sobre la silla del comedor. Suspirando un poco.

—Que —respondo con fastidio.

—¿Y por qué esos pelos? —preguntó mi padre fingiendo ver una criatura de terror.

—Papá, por favor —me quejo mientras me inclino sobre la silla—. Solo, no dormí bien.

—¿Tienes alguna cosa que pagar para que no hayas dormido bien?

Todo el cielo y el infierno que me diste ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora