CAPÍTULO TRECE

28 3 5
                                    

—¿Segura que no quieres ir? —preguntó Natasha mirándome mientras yo estoy con los audífonos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Segura que no quieres ir? —preguntó Natasha mirándome mientras yo estoy con los audífonos. 

Lo pienso una, dos veces pero terminó por aceptar porque puedo estar con Mike. Pero cuando llego me llevo la sorpresa qué no está, hago una mueca y me dirijo a la habitación de Megan persiguiendo a Natasha, ellas se saludan de beso como si se tuvieran mucha confianza y yo sólo saludo alzando una de mis manos al aire. Megan me sonríe sin mostrar sus dientes. 

—Oh, Paige. ¿Qué te trae por aquí? —comentó Megan fingiendo inocencia invitándome a pasar.

Solo porque no está Mike estoy aquí, no por otra cosa. 

Veo como Natasha se ríe y casi es que me está haciendo a un lado para que no pueda platicar o no escuche sus estúpidas pláticas. Hago un puchero y tampoco es como que me emocione estar aquí. Me levanto de la cama de Megan y me voy directamente a la sala, si prefería que me hicieran a un lado aún teniendo compañía o estar sola, creo que prefiero estar sola.

Escucho música mientras leo un libro, pero en ese momento, cierran la puerta, me acomodo bien en el sofá mientras mi corazón comienza a latir, ya se de quien se trata

Mike pasa y busca algo entre el mueble, se pone desodorante y me pregunta si está Megan, se va directamente a su cuarto y la saluda, se sienta junto a mí y me dirige una sonrisa.

—Hola Paige.

—Ho-Hola —respondo confundida.

—¿Y ahora porque no estás con Megan? —preguntó con cierta inocencia pero a la vez lo dice tan irónicamente.

—Porque me aburren sus pláticas.

Él asiente y ya no me responde con nada más, se queda en silencio por unos minutos y creo que tampoco estar en esta situación era la mejor ya que siento como me estoy poniendo nerviosa cuando inspecciona mi cuerpo de arriba hacia abajo como si estuviera tratando de encontrar algo.

—¿Puedo medir tus manos con las mías? —confiesa y yo abro los ojos sorprendida.

¿Qué?

Aún con el corazón sobre mi garganta, asiento y él me sonríe. Nuestras manos se juntan como si fuéramos solo uno, mis dedos alcanzan solo hasta sus nudillos que puedo sentir que podremos entrelazar nuestras manos, pero no lo hago, solo me quedo callada mientras veo nuestras manos aún juntas. Escuchamos un ruido extraño en el cuarto de Megan y él separa nuestras manos mientras carraspea su garganta.

Silencio.

—Tienes unas manitas de bebé.

—¿Perdón?

—Que tienes unas manitas de bebé.

Lo fulminó con la mirada mientras bufo, ¿qué?

—Yo no tengo manitas de bebé, Mike.

Todo el cielo y el infierno que me diste ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora