CAPÍTULO CUATRO

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Hoy es un día de mierda

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Hoy es un día de mierda. Sábado por la mañana, por primera vez me quiero levantar tarde y mi padre avisa que tenemos que estar listas en unos diez minutos para ir a la playa, no soy muy fan de la playa y luego llegó oliendo mucho a pescado. No he dejado de pensar en lo que dijo Natasha y su necesidad de que supere ese amor que le tengo a Alex pero es que no es tan sencillo, ¿acaso las personas superarán tan fácil a ese amor por el cual conocieron tanto, que siempre estaba en las buenas y en las malas? Por supuesto que no, pero creo que nadie en esta familia lo entiende.

—¿Ya están listas? —preguntó mi padre mientras tocaba con fuerza la puerta del cuarto, yo aún no me ponía la blusa, ni Natasha el pantalón y Annie, Annie todavía ni se cambiaba por estar en el celular.

Cuando me puse los zapatos y salí de la habitación vi como Zara y mi padre estaban muy apurados en la cocina, me quedé parada un momento, antes de que mi padre me gritara que ayudará. Este día no puede empeorar más, a veces no puedo creer como le cumplen todos los caprichos a Annie y yo cuando les digo que quiero ir a una librería a ver libros, sacan los pretextos más idiotas que uno puede imaginar: “Ay, el sábado vamos hija”, “ese día Zara y yo quedamos en almorzar, como familia”, “ese día hay un partido de fútbol” antes si no sacan la típica excusa barata y estúpida: “Ay, ese día me voy a enfermar”.

—¿No te vas a meter? —preguntó mi padre parándose frente a mí, tenía las manos mojadas y olía a cebolla.

—¿A la playa? Si, es que tengo abajo está ropa mi traje de baño.

Mi padre ya no me responde nada, se va directamente a la cocina, suspiro con pesadez y entro al cuarto para saber si Annie y Natasha están listas, Natasha está poniendo su toalla en la mochila y Annie, ella apenas busca sus zapatos.

—¿Ya están listas? —pregunté apretando mis labios, mirándolas a las dos en la puerta, mientras pongo mis dos manos sobre mi cadera.

—¿Ves que estemos listas? —Annie me responde una pregunta con otra y hasta puedo sentir el tono molesto en su voz, irritante.

Pongo los ojos en blanco y salgo del cuarto para sentarme en el comedor a escuchar música mientras escribo algo en mis notas:

¿Por qué no puedo encontrar a alguien que me ame? Alguien donde yo puedo ser yo misma sin sentirme juzgada, donde puedo ser un desastre y juntos seamos un tornado, un tornado hermoso, espero poder encontrarlo… o encontrarte, chico misterioso.

—Ya estamos listas —habló Natasha sonriendo sin mostrar sus dientes, en forma divertida y sarcástica porque mi padre las vio con cara seria y no tardaba en enojarse y estresarse.

—Yi istimos listis —le arremedo imitando su voz de niña y ardilla, Natasha rió—. Bueno, todos al auto porque ya es tarde.

—Esperen, dejo mis audífonos —dije corriendo hacia mi habitación, los deje en el mueble de Annie y salí corriendo al auto.

Todo el cielo y el infierno que me diste ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora